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Todas las mentiras que esconden los likes

Cada día se suben 95 millones de fotos a Instagram. El objetivo: obtener cada vez más me gusta y seguidores para ser más populares

Content Factory

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Este verano se darán más de 372.000 millones de likes en redes sociales. Irán destinados a esas fotos idílicas de unas vacaciones perfectas con posados en la playa dignos de cualquier celebritie, cócteles ideales y puestas de sol de postal. Instantáneas más producidas que reales que pretenden exhibir una vida que se libra en el mundo online con único objetivo: reconocimiento y popularidad.

Por eso, el like (el retuit, el favorito o el follower) se ha erigido como el baremo que mide la aceptación y la fama en la era de Instagram. Especialmente en una sociedad en la que más de 7,6 millones de españoles se consideran adictos al móvil y en la que los adolescentes y jóvenes pasan unas seis horas de media frente a las pantallas de sus smartphones (la media nacional es de tres horas y 51 minutos), según datos recientes de un estudio realizado por Rastreator.

Todo esto provoca que los jóvenes midan en me gustas su integración en un grupo cada vez más diluido en un mundo online sin fronteras. Más allá de aspectos positivos como facilitar la comunicación, la información,la educación, el entretenimiento o la interacción social, esta la dictadura del like también tiene sus consecuencias, sobre todo entre una generación de adolescentes que es más vulnerable a la opinión de terceros ya que está formando su personalidad.

Además de la adicción en la que puede derivar, diversos estudios han demostrado que este refuerzo positivo inmediato en forma de like puede aumentar sus sentimientos de infelicidad y ansiedad en el caso de no conseguirlo. No solo eso porque, tal y como concluye una investigación de la Universidad de Gales del Sur, los usuarios de las redes sociales que ansían muchos me gusta sufren baja autoestima y suelen ser desconfiados. Es más, otro estudio de la Universidad de California de Los Ángeles afirma que, como cualquier otra adicción, los likes generan dopamina y refuerzan las áreas del cerebro relacionadas con el procesamiento de recompensas, la cognición social, la imitación y la atención. Es decir, cuanto más me gusta tiene una fotografía, más se activa la actividad cerebral relacionada con la recompensa, con la risa y el placer, algo similar a cuando comemos chocolate o ganamos dinero, generando a su vez un impacto directo en el efecto de conformidad, es decir en la influencia que tiene el mundo virtual en sus decisiones.

El problema de este mundo de estrellas fugaces y postureo es que se corre el riesgo de vivir en una pose constante para gustar a los demás. Necesitamos más me gusta porque nos hace sentir bien y triunfadores. La fórmula es simple: a más likes, más populares y más éxito. El problema es que seguir esta regla provoca que no recibir suficientes estímulos positivos digitales puede llevar a los adolescentes a pensar que no son aprobados, a sentirse no aceptados en el grupo e incluso a tener problemas de autoestima e identidad. De hecho, les puede impulsar a crear una imagen falsa de sí mismos para encajar o a sufrir adicción y síndromes de nuevo cuño como el FOMO, el miedo a sentirse fuera del núcleo social y a perderse algo si no está permanente conectado que puede provocar estrés, ansiedad y hasta depresión.

Pero, en realidad, la pregunta que debemos hacerle a nuestros hijos es si, de verdad, creen que es real todo lo que ven en sus redes sociales. «La vida perfecta no existe para nadie», recuerda la influencer Merilú Mendoza a varios chavales en uno vídeo de la iniciativa Por un uso Love de la Tecnología, con la que Orange pretende concienciar a padres e hijos sobre la importancia de hacer un uso responsable de las tecnologías y que entiendan que la respuestas a nuestras publicaciones en las redes sociales no puede condicionar nuestra vida. «No os perdáis momentos por la foto perfecta ni por el número de likes porque no merece la pena», agrega a la par que desgrana esas mentiras que esconde cada imagen y cada me gusta.

Lo que de verdad esconden los 'likes'

El postureo reina. Cada día se suben 95 millones de fotos a Instagram. Y no, no todo el mundo está viajando permanentemente y en los lugares más cool del planeta. Tampoco es feliz las 24 horas del día los siete días de la semana. Es imposible. Esta tiranía en forma de like se materializa en forma de una vida idílica, pero irreal. ¿Un ejemplo? Lo da Merilú Mendoza al explicar que detrás de una de sus fotos ideales tumbada en la arena frente al mar estaba triste y echa polvo. «Había discutido con mi mejor amigo», cuenta.

Retoca que algo queda. Esas instantáneas preciosas que ves en las redes sociales que parecen creadas por Mario Testino, Annie Leibovitz o Terry Richardson no tienen nada de casual ni de espontáneas. Cada foto del o la influencer de turno que suman millones de seguidores en Instagram tiene toda una logística detrás: muchas tomas, aplicaciones de retoque de color, luz y edición… Sin papel couché pero también con Photoshop.

Molones y listos. Tampoco tienen nada de natural los comentarios que acompañan esas fotografías. Ni todo el mundo ha leído a todos los autores que cita con profusión (¡gracias Google!) ni son tan ocurrentes y jocosos todos los días. De nuevo, la espontaneidad importa mucho menos en este mundo en el que se estudiar todo al milímetro para sumar más y más me gusta y seguidores.

¿En serio tienes tantos amigos?. Si el like es la medida de popularidad, no lo son menos los seguidores. 3.000, 5.000, 10.000… Los followers denotan estatus, fama e integración, pero ¿a cuántos realmente conoces? ¿Con cuántos has intercambiado una palabra? De acuerdo, no tienes que saber todo de cada persona que te sigue, pero piensa si buscas mera acumulación o calidad. No hay nada más que ver los comentarios que pueblan las redes sociales cuando Instagram o Twitter, por ejemplo como la que hizo la red del pajarito azul a mediados de este mes, limpian cuentas falsas y bots y bajan los números estrepitosamente.

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Contenido de Content Factory para LOVE ORANGE. En su elaboración no ha intervenido la redacción de este medio.

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