La hora de la acción
Actuar es urgente. Por eso, hay que dejar de hablar de cambio climático para llamar a las cosas por su nombre. Y según el mediático meteorólogo, estamos ante una auténtica emergencia. Aunque revertirla es imposible, mitigar sus efectos aún está en nuestra mano.
ENTREVISTA - MARIO PICAZO La hora de la acción
Actuar es urgente. Por eso, hay que dejar de hablar de cambio climático para llamar a las cosas por su nombre. Y según el mediático meteorólogo, estamos ante una auténtica emergencia. Aunque revertirla es imposible, mitigar sus efectos aún está en nuestra mano.
Durante las dos últimas décadas, Mario Picazo se ha dedicado a la información meteorológica hasta convertirse en uno de los hombres del tiempo más famosos de España. Pero también en una de las voces más autorizadas para advertir de las terribles consecuencias que la crisis climática podría traer a nuestro país. En realidad, la ‘tele’ solo es su segundo hogar. El primero siempre ha estado en la universidad. Después de estudiar Ciencias físicas en la Universidad de Barcelona y licenciarse después en Geografía y Matemáticas en Estados Unidos, consiguió su doctorado en Ciencias de la atmósfera en la prestigiosa Universidad de California Los Ángeles, donde actualmente imparte clases de cambio climático. En “excedencia” televisiva después de presentar diferentes formatos, ahora se dedica a la docencia y la divulgación y es meteorólogo y experto en cambio climático de eltiempo.es, además de colaborador del programa ‘Aprendemos Juntos’.
¿Cómo empezó a interesarse por la Meteorología?
Tenía doce años cuando construí mi propia estación meteorológica. Las que vendían en la farmacia costaban 3.000 pesetas y sabía que mis padres no me lo comprarían. La fabriqué con las ruedas de un patinete y el cabello de mi hermana. Hasta me dieron un premio. Así empecé a dedicarme a esto.
Ahora reside en Los Ángeles y da clases de cambio climático en UCLA. ¿Qué les dice a sus alumnos el primer día de clase?
Les digo que se han matriculado en la mejor asignatura del campus y en una de las más importantes. El cambio climático afecta a diferentes disciplinas y por eso entre mis alumnos hay biólogos, arquitectos, químicos, economistas…
Hay que dejar de pensar que esto lo solucionará otro que ya reciclará tu vecino
¿Y cómo les despide el último día?
Después de las diez semanas que dura el curso, todo ha cambiado. En ese tiempo, los datos sobre la subida de la temperatura, el deshielo o el metano en la atmósfera habrán cambiado. En eso consiste el cambio climático. La información caduca rápidamente. Por eso les recomiendo que sigan actualizándose.
¿Y en qué situación se encuentra el planeta en este momento?
Sabemos que el planeta es más cálido y que las condiciones atmosféricas son más extremas. Y que, de momento, no hay marcha atrás. Además, dentro de la comunidad científica existe un punto de pesimismo que nos hace pensar que estamos subestimando algunos fenómenos que supondrían un impacto aún más acelerado.
¿Hemos dejado de hablar de cambio climático para empezar a hablar de crisis o emergencia climática. ¿Por qué es más preciso utilizar ese término?
El cambio climático ocurre desde que el planeta se formó. Por eso, habría que empezar a hablar de cambio climático antropogénico, es decir causado por la actividad humana. Aunque pueda sonar alarmista, emergencia o crisis climática transmiten mejor cuál es la situación real. Hay que actuar con tanta rapidez que esa es la palabra más adecuada.
¿Hasta qué punto podemos predecir exactamente las consecuencias de la crisis climática?
Con algunos fenómenos, como las sequías o las olas de calor, podemos saber mejor lo que va a pasar, pero predecir cómo serán los huracanes, los tornados o las precipitaciones es mucho más complicado porque depende de las condiciones atmosféricas.
Algunos estudios sugieren que el Mediterráneo sufrirá las consecuencias con más severidad que otras partes del mundo. ¿Por qué?
El Mediterráneo se ha calentado un 20 por ciento más que otros mares y océanos del planeta y sabemos que se va a seguir calentando. ¿Qué supone eso? En verano, las precipitaciones se puedan reducir entre un 20 y un 30 por ciento y eso implica sequías e incendios. También habrá más gotas frías. Esos fenómenos serán cada vez más frecuentes.
¿Acabará España sufriendo un clima extremo?
No somos Oklahoma con los tornados ni la India con los monzones, pero ya tenemos una meteorología extrema. Empezamos a tener olas de calor cada vez más frecuentes, precipitaciones increíblemente intensas… España es uno de los países más vulnerables al cambio climático. Y hay que pensar que este país vive del turismo y que al turista no le apetece salir a pasear con 45 grados…
A veces, parece que hablamos de fenómenos contradictorios: sequías y tormentas tropicales; gotas frías y olas de calor. ¿Forma todo parte de la misma radicalización del clima?
Cuando en invierno se registran 18 grados bajo cero en Teruel, mucha gente se pregunta cómo se puede hablar de calentamiento global. Pero son los extremos los que representan el cambio climático, no el calentamiento global, que es un término que se está dejando de utilizar. El clima es como la personalidad y el tiempo es como el estado anímico.
Las emisiones contaminantes tienen orígenes diversos: el sector del transporte, el agrícola, el industrial… ¿En qué ámbito es más urgente intervenir?
Sabiendo que dentro de unos años seremos 9.000 millones en lugar de 7.500, yo diría que, sobre todo, hay que intervenir en la industria y el transporte. Y ya se está haciendo. Ya se habla, por ejemplo, de los aviones eléctricos para 2050. Pero también en el sector agrícola. En el Amazonas están quitando bosques para ampliar las explotaciones agrícolas y ganaderas. Bosques que absorben el CO2 mientras esas nuevas industrias generan más emisiones.
Combatir la crisis climática requiere cambios en nuestro estilo de vida. Ya no se trata solo de reciclar, sino de vigilar lo que comemos, decidir qué coche conducimos, pensar en la forma y la frecuencia en la que viajamos. ¿Estamos preparados para ese cambio de paradigma?
Los 7.500 millones de habitantes del planeta tenemos que empezar a adaptar nuestra forma de vida a lo que está ocurriendo. Así es como podemos marcar la diferencia. Hay que tener presente, por ejemplo, que un vuelo Madrid-Nueva York equivale a poner 2.500 lavadoras. Hay que utilizar el transporte público o consumir alimentos más sanos para nosotros y más amigables con el entorno.
¿Todavía hay demasiado “eco-postureo”?
Sí, pero en los últimos años se están haciendo cosas de verdad. Cuando el agua te moja las zapatillas, te das cuenta de que el nivel del mar realmente ha subido. Cada vez más fenómenos marcan nuestro día a día. Como cuando te cortan el agua porque hay sequía. Eso genera conciencia. El mayor reto es dejar de pensar que esto lo solucionará otro, que ya reciclará tu vecino.
A veces parece que la lucha contra la crisis climática está vinculada a una serie de partidos o ideologías políticas, pero no a otras. ¿Cómo corregimos ese error de percepción?
Ojalá tuviéramos un presidente global de cambio climático que estuviera por encima de todos los gobiernos. Efectivamente, a veces parece que ciertas tendencias políticas están reñidas con las medidas para gestionar el clima y proteger el entorno. Eso tiene que cambiar, todos tenemos que ir en la misma dirección. Y no se puede hacer y deshacer. Cuando se firma un acuerdo como el de París, no se puede incumplir después. Sobre todo en lo que se refiere a los países que, siendo los que más suman al problema, luego dan marcha atrás.
¿Y cómo combatimos a los escépticos?
Ante un negacionista hay que utilizar datos concretos, científicos y demostrables. Y si el 95 por ciento de los científicos rema en la misma dirección y dice que esto es lo que está pasando, es que esto es lo que está pasando.
La información meteorológica ha cambiado mucho en poco tiempo. ¿Quién está ganando la batalla: el rigor y la divulgación o el espectáculo?
El rigor. Las ‘teles’ se han vuelto muy conscientes del papel del divulgador. En Estados Unidos, por ejemplo, necesitas el sello de una agencia nacional y pasar un examen para trabajar como meteorólogo. Hay que hacer espacios entretenidos y dinámicos, pero también hay que transmitir la información con eficacia.
¿Qué tipo de noticias le invitan a ser optimista?
Muchas ciudades han firmado compromisos para dejar de emitir CO2 en un plazo razonable. Ese tipo de noticias me ponen una sonrisa en la cara. En general soy optimista, aunque no tanto como me gustaría, porque ya sabemos que no podemos revertir el cambio climático. Pero podemos desacelerarlo. Los seres humanos siempre nos hemos adaptado: si hace calor, pongo el aire acondicionado. Ahora, tenemos que pasar a la acción.