Un proyecto con
El cuento que le devolvió a María sus ganas de vivir tras un trastorno de alimentación
Cuando María descubrió el cuento ‘La curiosidad infinita de María’, creado y editado por Sandoz, volvió a sentir de nuevo la ilusión y las ganas que desde hacía algún tiempo estaban tapadas bajo sus problemas de alimentación y de ansiedad
La historia de María Esperanza es de aquellas que dejan un buen recuerdo, de las que volverán a tu memoria de cuando en cuando, en las que pensarás cuando las cosas no vayan bien, cuando te falten las ganas o cuando pienses que no puedes volver a ser tú mismo. Y su historia no es de cine ni de serie, mucho menos de un gran best seller, sino más bien de aquellas que, al igual que pasa con una vieja canción o con buen un libro, te hacen volver a creer que la vida puede cambiar, que a pesar de los problemas, las enfermedades o las pandemias, podemos volver a ser los mismos de siempre, o aquellos que siempre quisimos ser.
María estaba en el Hospital Infantil Niño Jesús de Madrid, acudiendo puntual a su terapia por un trastorno de alimentación que le perseguía desde su adolescencia, cuando descubrió por casualidad un cuento infantil que le provocó un pequeño click en su cabeza. En aquella sala de espera, se fijó en ese pequeño libro cuya protagonista tenía su mismo nombre: La curiosidad infinita de María, creado y editado por Sandoz, división de Novartis, en colaboración con la Fundación de la Sociedad Española de Endocrinología Pediátrica (SEEP) y la Asociación de Pacientes con Déficit de la Hormona del Crecimiento. El cuento relata la historia de María, una niña con déficit de la hormona del crecimiento que tiene una gran curiosidad por aprender y por conocer todo acerca del universo que la rodea.
Sin tener la misma enfermedad que la protagonista, María, que ahora tiene 20 años y descubrió el cuento hace apenas dos, se vio reflejada como un calco en aquella historia. Porque ella, al igual que la niña del cuento, había tenido desde siempre, desde que apenas levantaba un palmo del suelo, una curiosidad infinita por todo, unas ganas extraordinarias de aprender, de querer investigar y de saber el porqué de las cosas. “Siempre he sido una niña excepcionalmente curiosa. Quería saber de todo, porque todo me llamaba la atención y además todo me ilusionaba”, cuenta María, que ahora estudia 3ª de Ingeniería Biomédica, carrera que eligió a conciencia.
Los Trastornos del Comportamiento Alimentario (TCA)
(anorexia, bulimia, trastorno por atracón y otros) son trastornos mentales de frecuente inicio en la infancia y adolescencia.
Según la Unidad de TCA del Hospital Niño Jesús, están caracterizados por la presencia de distintas conductas alteradas de la ingesta de alimentos que conducen a un estado de malnutrición. Las complicaciones médicas son habituales e incluyen alteración del desarrollo, complicaciones cardiovasculares, digestivas y metabólicas. A lo largo de su evolución clínica suelen presentar complicaciones psiquiátricas como trastornos de ansiedad, episodios depresivos, abuso de sustancias y riesgo de suicidio.
Esa curiosidad y esas ganas por aprender más allá de las que puede tener cualquier niño han estado siempre muy presentes en su vida. El momento en el que tuvo que elegir la carrera que quería estudiar, sin ir más lejos, fue un dilema. “Todo me gustaba. Empecé a plantearme dobles o triples grados, pero nunca conseguían abarcar todo lo que yo quería, quería algo que diera un sentido completo a toda esa curiosidad que sentía”, cuenta María. Y al fin, dio con la carrera perfecta: Ingeniera Biomédica, que fusiona, como ella misma cuenta, un sin fin de áreas, desde el trato más humano y cercano con las personas hasta la parte científica y más profunda de la física, la química o las matemáticas.
Un mundo que se desmoronaba
“La universidad siempre había sido mi sueño, porque sería la materialización de mi conocimiento, mi curiosidad y las ganas de aprender que he tenido siempre. Con esta carrera en mente, que tenía una nota de corte bastante exigente, comencé a estudiar Bachillerato de Excelencia -destinado a alumnos que tienen en la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) un buen expediente académico-. Fue entonces cuando me volví a una persona muy insegura”, relata María.
Sí, fue a partir de ahí, al empezar el bachillerato, cuando llegaron los problemas y su vida empezó a desmoronarse, cuando empezó a caer cuesta abajo y cuando todas esas ganas por aprender se desvanecieron por completo, al igual que la marea destruye un castillo de arena. “Me estrellé”, cuenta María. “El nivel académico era abismalmente superior y me obligaba a realizar un esfuerzo al que nunca antes me había enfrentado. Es cierto que, por un lado, estaba con gente muy brillante y eso era maravilloso, pero, por otro, estaba todo el rato comparándome con ellos, algo que es muy malo”.
Sin embargo, la dureza del bachillerato no fue la culpable de esa inseguridad ni de ese desmoronamiento que se abría frente a ella, sino un problema mucho más serio. Primero una conocida infección de estómago que tardó más tiempo de la cuenta en ser diagnosticada y que destapó un problema que María tenía todavía oculto: un trastorno de alimentación al que había que plantarle cara. Pese a todo, “yo seguí peleando en mis estudios porque era cabezota, pero ni ponía ni sentía las mismas ganas ni la misma ilusión; simplemente, seguía luchando, pero estando muy mal conmigo misma y rozando casi la depresión”, recuerda María.
Por suerte, en su familia se hablaba abiertamente de enfermedades y de salud mental y enseguida dieron con la solución de aquellos problemas. “Yo quería esconderme y desaparecer, y fue entonces cuando di con la Unidad de Trastornos de la Alimentación del Hospital Niño Jesús, de Madrid. Me calaron de lleno. Me sentí entendida y completamente escuchada. Fue todo un regalo. Estaba poniendo solución a mis problemas, a ese trastorno de alimentación que es un mundo muy amplio, porque cada trastorno es muy personal y no todos son iguales”.
Un cuento que te devuelve la ilusión
Y fue entonces, en aquellos días de hospital y terapia, cuando María descubrió en una pequeña librería del centro el cuento infantil La curiosidad infinita de María. “Lo primero que me llamó la atención fue el título; pues me habían dicho desde siempre que he sido una niña muy curiosa. La primera sensación al leer el cuento fue como de un cariño inmenso, es como si estuviese escrito para mí. De hecho, fue mi madre la que me lo dijo: ‘Me estoy acordando de cuando eras pequeña y preguntabas tanto y tenías siempre tanta y tanta curiosidad’. Y es que con lo que realmente me identificaba de ese cuento y con aquella niña, era la curiosidad, las ganas que tenía de aprender. Y porque tampoco ella había tenido una vida muy fácil”.
Descárgate aquí el cuento ‘La curiosidad infinita de María’.
Y es entonces cuando, de repente, un cuento te hace creer que la vida es posible, que todo vuelve a poder ser posible. Tal y como ella misma cuenta: “Cuando leí ese cuento me di cuenta de que yo era otra persona, que no era solo la persona que estaba enferma. Me dije: ‘tú no eres tu enfermedad, tú tienes una ilusión, unas ganas, tú eres otra persona’. Y es que cuando descubrí el cuento, yo estaba inmersa en mi ansiedad, en mi enfermedad, en mis problemas, en mi curación… Me olvidé de quién era yo, me olvidé de mis ganas de aprender. Y al leerlo, se prendió de nuevo esa chispa que estaba oculta y despertó lo que estaba dormido”.
Para María la terapia en el hospital fue la ayuda para tratar de salir de su trastorno de alimentación (de hecho, su sueño es trabajar en un hospital y poder ayudar a las personas); y el cuento, ese empujón que necesitas para abrir todavía más los ojos, para hacerte creer que sí, que todo es posible, que tú eras como esa niña del cuento que tenía unas inmensas ganas por aprender y por descubrir todo cuanto tenía por delante. Cada vez que María iba al hospital, buscaba y leía el libro y no paró hasta tenerlo. “El director médico de Sandoz me dedicó el cuento y una de las frases que me puso es que de alguna forma yo era la protagonista de ese cuento. Y sí, realmente ese cuento ha sido algo muy especial en mi vida. Puede parecer una tontería, pero ese cuento infantil hizo click en mi cabeza”, dice María.
Desde entonces -y por supuesto con la ayuda de sus terapeutas- ha vuelto a recuperar su inquietud; no solo la académica, también la musical y la artística, tanto que pertenece a un grupo de canto a cappella, hace teatro e incluso participa en debates. “Empecé a decirme a mí misma: ‘a ti te gusta todo y tienes que seguir hacia adelante’. Y volvió toda esa ilusión de nuevo a mi vida. Eso sí, ¡segundo de bachillerato, igualmente, es muy duro!”, finaliza María, quien todavía tiene que afrontar su trastorno de ansiedad, que le ha quedado latente: “Todavía sigo luchando, pero es distinto: ahora sé cómo manejarlo, es distinto saber lo que tienes y que esté tratado, saber que tienes una dirección y una ilusión”.