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Paradores

Una ruta de claustros para viajar al pasado

Surgieron como el centro de la vida de muchos monasterios y hoy son auténticas obras de arte. Los claustros pueden ser lugares donde relajarse, descansar, contemplar su arquitectura y degustar los platos típicos de la región en la que se enmarcan

Laura Fortuño

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El patio interior de mármol blanco es uno de los elementos más distintivos del Parador de Zafra

«Galería que cerca el patio principal de una iglesia o convento». Así define la RAE la palabra claustro. Esos lugares que fascinan por su belleza y porque nos retrotraen a otra época. A un pasado medieval de reyes, caballeros y monjes. A momentos de recogimiento y serenidad. Los claustros hablan de arte e historia tanto que pasear por sus galerías supone un auténtico viaje al pasado. Esa es también la esencia de Paradores: su capacidad de hacerte viajar no solo por la geografía sino por la historia a través de los claustros más espectaculares (y desconocidos) del país.

Hoy fusionan arte y gastronomía, pero hace siglos albergaron antiguos conventos, fortalezas, castillos, palacios, monasterios o incluso un hospital real del siglo XV. A ellos nos transportan los claustros que albergan los Paradores, unos espacios de una belleza arquitectónica incuantificable, envueltos por una serenidad difícil de encontrar en otro lugar y cuyas paredes, más que hablar, cuentan historias fascinantes de épocas pasadas, de reyes, duques y caballeros medievales.

Una ruta por los claustros de Paradores para viajar no solo por la geografía sino también por la historia

Ahora, adéntrate con nosotros al interior de los claustros más fascinantes de Paradores y, cuando concluya este viaje virtual, vuelve a releer la definición de los académicos. Te aseguramos que estas once palabras te sabrán igual que un único mordisco de tu postre favorito: a muy poco.

Cuatro claustros para vivir la historia

Una fusión perfecta de arte y gastronomía en el claustro del Parador de Zafra

Parador de Zafra o cómo las apariencias engañan

Este viaje por la historia debe comenzar en el Parador de Zafra (Badajoz). Por fuera, nos topamos con una fortaleza del siglo XV que impone desde cualquier ángulo. Pero dentro nos recibe un refinado palacio que fue la residencia de los duques de Feria. En su impresionante claustro renacentista de mármol blanco, el tintineo del agua de la fuente que lo preside es la mejor banda sonora para disfrutan de una velada al aire libre mientras se degustan los sabores tan particulares y exquisitos de la cocina extremeña como el zorongollo extremeño con lomo de orza y cebolla roja encurtida o la caldereta de cordero con pimentón de la vera.

Una fusión perfecta de arte y gastronomía que se completa en un Parador en cuyo interior todavía se conservan arcones, herrajes, pasamanos y elementos decorativos pertenecientes al antiguo palacio. Las habitaciones señoriales, sus salones artesonados, la piscina y su cuidado jardín ponen el broche perfecto a este majestuoso espacio que se alza en tierras extremeñas.

El conjunto monacal del Parador de Alcalá lo componen la iglesia y un claustro pegado a ella

Parador de Alcalá de Henares, tradición y vanguardia

La segunda para de esta ruta se detiene en Alcalá de Henares (Madrid), Ciudad Patrimonio de la Humanidad y cuna de Cervantes. Con un currículum así no hay quien se resista a empaparse del arte y cultura que se respira en cada rincón de la localidad, especialmente en su Parador, que hace gala de una perfecta convivencia entre la arquitectura de vanguardia, el diseño y la historia. Antes de hotel, el edificio que hoy lo alberga fue el convento de Santo Tomás de Aquino, un colegio, un reformatorio e incluso una cárcel. Una larga historia de cambios arquitectónicos muy respetuosos que permite disfrutar de un interior silencioso ideal para el descanso.

Uno de los espacios que mejor mantiene las conexiones con su pasado es su majestuoso claustro, un patio que sigue el esquema clásico de la arquitectura conventual española y se ha recuperado cerrando las arcadas con madera retranqueada. Este enclave de postal garantiza, durante los meses de buen tiempo, desayunos sin prisas, comidas de sobremesas largas y deliciosas cenas al aire libre degustando la gastronomía típica, como la oreja ibérica a la madrileña o las migas alcalaínas con huevo.

Podrás pasear por los claustros del Parador de Santo Estevo bajo una tenue iluminación y un leve sonido de música religiosa

Parador de Santo Estevo, un icónico monasterio en pleno manto verde

A falta de uno, tres. El Parador de Santo Estevo (Ourense) tiene un claustro renacentista, otro gótico y otro románico. Tres estilos diferentes pero igual de impresionantes. En el corazón de la Ribeira Sacra se esconde este Parador ubicado en el precioso monasterio de Santo Estevo (de los siglos VI y VII) y declarado Monumento Histórico Artístico. Sus tres claustros son un auténtico regalo para los sentidos. El primero que encontramos cuando atravesamos la puerta principal  es el Claustro dos Cabaleiros, llamado así porque en sus celdas pernoctaban los nobles que visitaban antiguamente el monasterio. Ahora, sus mesas que miran a la apertura de este gran patio, se convierten en una invitación irresistible para tomar algo antes de instalarse en la habitación.

El Claustro dos Bispos es el más antiguo y uno de los pocos románicos que pueden encontrarse en Galicia. Nada como recorrer sus cuatro costados para darse cuenta de la magnitud de su centro. Por último, el Claustro do Viveiro ocupaba en sus inicios una gigantesca fuente de agua en la que «se conservaban salmones, sábalos, lampreas, anguilas y truchas que se traían vivas de las pesqueras del Sil y del Miño». Así lo narra una de las leyendas que pueden leerse en sus paredes, según las cuales, con este método los monjes podían disfrutar de pescado fresco todo el año.

El claustro del Parador de Cuenca, totalmente acristalado, lo convierte en un lugar ideal en cualquier época del año

Parador de Cuenca, un antiguo convento en una montaña de paredes escarpadas

Será por sus maravillosas vistas a las Casas Colgadas, por cómo se encarama en lo alto de un promontorio en la Hoz del Huécar o por el magnetismo que irradia el puente de San Pablo. Seguramente el motivo sea lo de menos, pero la cuestión es que el Parador de Cuenca hipnotiza al primer vistazo. Y en su interior, el flechazo se confirma: lo primero que llama la atención es su enorme claustro acristalado del siglo XVI, que convive con una interesante exposición de arte contemporáneo. El Parador expone de manera permanente una serie del pintor madrileño Julián Casado, considerada como su obra maestra. Con ese escenario impresionante y rodeados de las luces de las velas, el sonido embaucador de las fuentes de agua y la música (en ocasiones en directo), en la mesa no pueden faltar delicias de la gastronomía conquense como el morteruelo o el ajo mortero con tostadas de azafrán.

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Este contenido ha sido desarrollado por Content Factory, la unidad de contenidos de marca de Vocento, con Paradores. En su elaboración no ha intervenido la redacción de este medio.