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La lucha de una taberna vegana por hacerse un hueco en un mundo cambiante

Muchos trabajadores han sufrido en sus carnes los efectos de la crisis, cuyos primeros golpes empiezan a remitir aunque muchos afectados han necesitado ayuda para salir a flote. Conocemos a la dueña de El Perro Gamberro, una taberna madrileña de comida casera que lucha por salir adelante en estos tiempos tan difíciles

Gonzalo Garzon

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Hay lugares en los que uno se siente como en casa. El Perro Gamberro, una agradable taberna situada en la calle Benito de Castro, a escasos metros de la madrileña plaza de Manuel Becerra, es uno de ellos. Un ambiente familiar al que contribuye de manera decisiva el trato de Virginia, su fundadora, que no duda en salir a saludar a los clientes cada poco rato, pese a tener una ingente tarea en la cocina. La sonrisa está incluida en el precio.

Los fogones de El Perro Gamberro vuelven a funcionar a pleno rendimiento. Se sirven raciones y tapas en cantidades más que generosas. Croquetas, tortilla, perritos, hamburguesas, ensaladilla, tacos… y el siempre delicioso plato del día. Todo, eso sí, 100% vegetal. Hablamos de una taberna vegana en la que se respira un profundo respeto por los animales. De hecho, los perros son tan bienvenidos como los animales de dos patas.

Vodafone ha puesto en marcha la Tarifa Conectad@s, orientada a todos aquellos beneficiarios del Ingreso Mínimo Vital mayores de 30 años

“Me hice vegana hace unos 10 años, y me di cuenta de que no podía seguir trabajando en el sector de la alimentación. Me dedicaba a la importación de pescado, y sentía que no era coherente seguir haciéndolo. Siempre me ha gustado cocinar, por lo que decidí abrir una pequeña taberna. Primero en un modesto local de la calle Segovia, y después un poco más cerca de mi casa, muy cerca del Parque de la Fuente del Berro”.

Lo curioso de un lugar como El Perro Gamberro es que la gran mayoría de clientes no son veganos como ella. “Tenemos de todo”, cuenta Virginia. “Diría que un 80% de los comensales no son veganos, sino gente que viene por curiosidad o por cercanía. Cada vez les gusta más, porque vienen más a menudo. Al principio venían sobre todo jóvenes, pero ahora tenemos más gente de 40 a 60 años. Y nos encanta que sea así”.

Atrás empiezan a quedar, poco a poco, tiempos difíciles para Virginia y el resto del equipo. Cuando se mudaron a este local, y tras una costosa reforma, difícilmente podían haber imaginado lo que estaba por venir: una pandemia que les obligó a reinventarse y que puso el negocio, como tantos otros, al límite de sus capacidades de supervivencia.

Salir adelante con servicios para los que los necesitan

Mientras la situación termina de mejorar para todos los sectores, algunas empresas han decidido poner su grano de arena para facilitar las cosas, en la medida de lo posible, a trabajadores como José Luis. Vodafone ha puesto en marcha la Tarifa Conectad@s, orientada a todos aquellos beneficiarios del Ingreso Mínimo Vital mayores de 30 años.

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Mientras la situación termina de mejorar definitivamente para todos, algunas empresas han decidido poner su grano de arena para facilitar las cosas a trabajadores

“Parece que la cosa se va animando poco a poco, aunque la situación sigue siendo complicada. Ha sido un verano muy duro, con poquísimos clientes”, reconoce Virginia. Estamos funcionando con poco personal, y todavía tenemos personas en ERTE”. Aún no sabe cómo logró funcionar en plena pandemia. “Nos obligaron a cerrar el 14 de marzo, como a todo el mundo. Hay que tener en cuenta que acabábamos de abrir hacía 4 meses tras una inversión importante para reformar el local: me gasté todos mis ahorros y tuve que pedir un crédito al banco. Acabábamos de empezar y fue un auténtico mazazo”.

Como le ocurrió a muchos otros negocios, El Perro Gamberro estuvo a punto de echar el cierre de manera definitiva. Virginia se lo planteó muy seriamente en muchas ocasiones. “No tenía ahorros para poder aguantar cerrada. Afortunadamente, la dueña del local es una persona maravillosa y nos permitió estar sin pagar el tiempo que estuvimos cerrados. Ahora estamos pagando esa deuda poco a poco. Pero mientras estuvimos cerrados las facturas seguían llegando: la luz, el agua, los seguros sociales… Todo ello, sin ingresar nada”.

El 21 de mayo, El Perro Gamberro abrió para empezar a preparar comida para llevar. Y a partir de junio, la gente fue regresando poco a poco, especialmente al patio exterior que se ha convertido en una de sus mayores bazas. “Afortunadamente, mucha gente no nos ha abandonado y ha seguido viniendo”, cuenta Virginia con orgullo. A ello ha contribuido el haber guardado escrupulosamente todas las medidas de seguridad a las que obligaba la situación sanitaria.