Lo que no se ve en el Teatro Real: estos son los secretos que se esconden detrás de una ópera
Si ver una ópera es asistir a un espectáculo grandioso, no lo es menos descubrir cómo se trabaja en uno de los grandes teatros líricos del mundo. Recorremos el Teatro Real, que celebra 100 temporadas desde su inauguración y 25 desde su reapertura, para desvelar sus secretos y curiosidades y seguir haciendo que la ópera, como defiende Endesa desde su mecenazgo, sea cultura para todos los públicos
Si ver una ópera es asistir a un espectáculo grandioso, no lo es menos descubrir cómo se trabaja en uno de los grandes teatros líricos del mundo. Recorremos el Teatro Real, que celebra 100 temporadas desde su inauguración y 25 desde su reapertura, para desvelar sus secretos y curiosidades y seguir haciendo que la ópera, como defiende Endesa desde su mecenazgo, sea cultura para todos los públicos
Cuentan que cuando llegó la luz eléctrica al Teatro Real, las miradas pasaron del patio de butacas, donde recaía toda la atención (sin importar mucho la ópera en cuestión) para escudriñar vestimentas, joyas y acompañantes, al escenario. Cuando se apagó la platea y el foco (y los focos) se puso en el escenario fue cuando cambió la forma de ir a ver un espectáculo: un acto social sí, pero también un lugar de escucha. Esta es una de las muchas curiosidades que atesora el Teatro Real en sus más de 200 años de historia. Las hay tan peculiares como que lo que comúnmente se llama gallinero (la zona de butacas más alta y, normalmente, más barata) aquí se llama paraíso porque entonces era un banco corrido de madera que se llenaba hasta que no cabía nadie más. Los madrileños, con su particular humor, lo bautizaron paraíso porque “solo entraban los justos”.
Pocos saben tampoco que bajo el coliseo madrileño corre un río (el Real se asienta sobre el lugar donde estuvo el Teatro de los Caños del Peral y cuenta con un sistema de bombas y una pequeña central hidráulica para controlar el nivel freático) o que en el mismo lugar, en su última planta a 24 metros bajo el suelo de la ciudad, hay dos puertas (hoy cerradas) testigos de la historia de la capital. La de la derecha conducía al túnel que la reina Isabel II por si tenía que escapar en caso de emergencia del teatro. En la de la izquierda hoy todavía se conserva un fragmento de la antigua muralla de la ciudad. Estas son solo algunas de las curiosidades que albergan los 65.000 metros cuadrados del coliseo madrileño. Como dato, baste decir que el patio de butacas solo ocupa 419 metros cuadrados. El resto, a excepción del escenario, el palco real o los salones que recorren el público en cada función, no se ve. Es en ese lugar ajeno a las miradas donde, mientras el espectáculo se despliega cuando sube el telón, se cocina la magia única de la ópera. 316 trabajadores, 106 músicos y 56 cantantes del coro, más el personal propio técnico y artístico de cada producción, hacen posible la magia única de la ópera a través de una minuciosa coreografía perfectamente organizada.
Camerino principal
El Teatro Real cuenta con 11 camerinos individuales para los solistas, además de varios colectivos para más de 300 personas. Todos se distribuyen por cuatro plantas en función de la importancia del rol en la producción: por ejemplo, los camerinos del coro están en la primera planta y los de los solistas están en la planta cero junto al escenario para tener acceso directo.
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Sastrería
En la quinta planta se encuentra el departamento de Sastrería, donde 21 personas trabajan vistiendo a cada uno de los cantantes que participan en una ópera, pero también haciendo de forma artesanal cada una de las prendas que se ven sobre el escenario. Aquí hay desde un taller donde se cose y repasa cada prenda hasta una tintorería, una lavandería, una zona de planchado, almacenes, probadores… Una curiosidad: las botellas de vodka de la lavandería no están ahí porque sean la bebida oficial de esta zona sino porque se pulverizan para eliminar las bacterias y el olor de las prendas.
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Caracterización
Aquí, en la quinta planta, se hacen todas las pelucas que llevan los cantantes de ópera. Se hacen con pelo natural y se “cosen” pelo a pelo haciendo un pequeño nudito en una malla adaptada a la fisonomía de cada cantante. Se tarda una semana en hacer cada una de las pelucas. Después, se tiñen, cortan y peinan.
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Sala orquesta
En las plantas octava y sexta se distribuyen las salas de ensayo de orquesta, coro, ballet, cantantes... Las dos más importantes son la Sala de Ensayo y Puesta en Escena, que es una réplica de las mismas dimensiones que el escenario, y la Sala de Ensayo de la Orquesta, es la más alta del teatro y en su techo tiene conchas (también llamadas lentejas acústicas) que sirven para que los músicos tengan el mismo sonido que tendrán en el foso durante la representación.
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Espirulinas
En la planta menos cinco, a 16 metros bajo el suelo, están las espirulinas, unas grandes plataformas hidráulicas en forma de espiral que son las encargadas de subir y bajar los decorados al escenario. En la mayoría de teatros del mundo las escenografías entran en horizontal pero aquí, con este innovador sistema, lo hacen en vertical, lo que permite trabajar hasta en tres producciones de forma simultánea.
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Escenario
Mide 320 metros cuadrados y tiene una boca de 18x14 metros. Aquí es donde la magia de la ópera se despliega en todo su apogeo. Esta temporada se verán sobre él un total de 16 óperas (entre los que se incluyen 10 títulos nuevos que se incorporan al repertorio del Real y un estreno absoluto) desde las 1.746 localidades del patio de butacas.
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Camerino principal
El Teatro Real cuenta con 11 camerinos individuales para los solistas, además de varios colectivos para más de 300 personas. Todos se distribuyen por cuatro plantas en función de la importancia del rol en la producción: por ejemplo, los camerinos del coro están en la primera planta y los de los solistas están en la planta cero junto al escenario para tener acceso directo.
Sastrería
En la quinta planta se encuentra el departamento de Sastrería, donde 21 personas trabajan vistiendo a cada uno de los cantantes que participan en una ópera, pero también haciendo de forma artesanal cada una de las prendas que se ven sobre el escenario. Aquí hay desde un taller donde se cose y repasa cada prenda hasta una tintorería, una lavandería, una zona de planchado, almacenes, probadores… Una curiosidad: las botellas de vodka de la lavandería no están ahí porque sean la bebida oficial de esta zona sino porque se pulverizan para eliminar las bacterias y el olor de las prendas.
Caracterización
Aquí, en la quinta planta, se hacen todas las pelucas que llevan los cantantes de ópera. Se hacen con pelo natural y se “cosen” pelo a pelo haciendo un pequeño nudito en una malla adaptada a la fisonomía de cada cantante. Se tarda una semana en hacer cada una de las pelucas. Después, se tiñen, cortan y peinan.
Sala orquesta
En las plantas octava y sexta se distribuyen las salas de ensayo de orquesta, coro, ballet, cantantes... Las dos más importantes son la Sala de Ensayo y Puesta en Escena, que es una réplica de las mismas dimensiones que el escenario, y la Sala de Ensayo de la Orquesta, es la más alta del teatro y en su techo tiene conchas (también llamadas lentejas acústicas) que sirven para que los músicos tengan el mismo sonido que tendrán en el foso durante la representación.
Espirulinas
En la planta menos cinco, a 16 metros bajo el suelo, están las espirulinas, unas grandes plataformas hidráulicas en forma de espiral que son las encargadas de subir y bajar los decorados al escenario. En la mayoría de teatros del mundo las escenografías entran en horizontal pero aquí, con este innovador sistema, lo hacen en vertical, lo que permite trabajar hasta en tres producciones de forma simultánea.
Escenario
Mide 320 metros cuadrados y tiene una boca de 18x14 metros. Aquí es donde la magia de la ópera se despliega en todo su apogeo. Esta temporada se verán sobre él un total de 16 óperas (entre los que se incluyen 10 títulos nuevos que se incorporan al repertorio del Real y un estreno absoluto) desde las 1.746 localidades del patio de butacas.
La energía dentro del Teatro Real se transmite en vertical y bajo dos directrices: Felipe y Carlos. Al estar en el centro de la capital y no poder crecer a lo ancho, el Real lo tuvo que hacer en altura. Esto significa que bajo su tranquila fachada se esconde un coloso de 77 metros con 14 plantas encima del suelo y ocho más subterráneas donde se podría meter entero el edificio Telefónica de la Gran Vía madrileña. Además, y como el edificio es simétrico, para que actores, cantantes, músicos y personal sepan ubicarse en cada momento se toman como referencia sus dos calles laterales: Felipe V y Carlos III. Así, por ejemplo, los 58 artistas que darán vida en noviembre a Parténope o los 89 que harán lo propio en abril en Las bodas de Fígaro saben si su camerino está en Carlos o Felipe o por dónde tienen que entrar y salir en cada momento del escenario. Lo mismo ocurre con el más de un centenar de técnicos, regidores, maquinistas, personal de caracterización, sastrería o utilería que participan de media en cada producción y que son los encargados invisibles de orquestar los cambios de luces, de escenografía, vestuario… sin que el espectador advierta su presencia. Esa es la verdadera grandiosidad de la ópera, una maquinaria humana perfectamente ensamblada que posibilita que mientras el público ve una función sobre el escenario, en el interior se esté trabajando paralelamente en otras dos más.
Para comprender cómo es el Teatro Real a pleno rendimiento un día cualquiera hay que abstraerse (de momento) de las tablas y empezar a mirar entre bambalinas. Justo detrás del escenario, antes de que empiece el espectáculo, personal técnico y regidores se afanan en controlar cada detalle de la producción, desde la entrada del público, la de los cantantes y la orquesta hasta lanzar el mensaje que nos recuerda que hay que apagar los móviles y tener la mascarilla puesta en todo momento o los sobretítulos. Todo lo que ocurre en el teatro pasa por las manos y los oídos de los cuatro regidores que trabajan en cada función: uno en la mesa central, dos laterales que controlan entradas y salidas y uno más que pilota sobre todos ellos. Sus conocimientos no se limitan a la parte técnica: trabajan con la partitura y siempre mirando al director de orquesta y, probablemente, top sea la palabra que más repiten: es la orden que activa cualquiera de los movimientos que se ven en escena.
Un teatro con historia
Una temporada de aniversarios
Este 2021-2022 el Teatro Real celebra 100 temporadas desde su inauguración y 25 desde su reapertura el 11 de octubre de 1997 y lo celebra con una programación ambiciosa y ecléctica que, su presidente, Gregorio Marañón, define como “una de las mejores temporadas artísticas” de la institución con la que dejar atrás definitivamente la pandemia. Tras el parón provocado por la Covid-19, el coliseo madrileño se convirtió en el primer teatro de ópera del mundo que volvió a la actividad el 1 de julio y durante los meses siguientes fue el único que mantuvo su actividad de forma ininterrumpida, algo que le ha valido una mención especial de los International Opera Awards, donde además ha sido premiado como la mejor compañía de ópera del año. Con los aforos ya al 100%, esta temporada van a pasar por el Real 16 óperas (a las que hay sumar ballet, conciertos, recitales, actividades infantiles…) de los últimos cinco siglos con presencia de títulos de compositores tan conocidos como Mozart, Händel, Puccini o Wagner junto a otros 10, con un estreno absoluto, nunca antes vistos en sus tablas.
1818
Fue fundado por Fernando VII e inaugurado el 19 de noviembre de 1850, bajo el reinado de Isabel II, con la ópera La favorita, de Donizetti.
1925
se hunde y se cierra durante 41 años. Reabre en 1966 como auditorio y sede del Real Conservatorio Superior de Música y Escuela de Arte Dramático.
1997
Las obras de remodelación duran seis años hasta que se inaugura el 11 de octubre con la ópera La vida breve y el ballet El sombrero de tres picos, de Manuel de Falla.
Mientras que en el escenario tiene lugar la función, los regidores dan las órdenes y en los camerinos de los solistas (hay camerinos distribuidos por cuatro plantas, pero los de los solistas están en la cero junto al escenario) el personal de vestuario y caracterización se afana para que todos los personajes estén perfectos, la actividad no cesa en otras partes del Real. Lo normal es que se trabaje en tres óperas a la vez. En la planta octava está la sala de ensayo del coro y una de las joyas de la corona del teatro: la SEPE, es decir la sala de ensayo y puesta en escena. Es una réplica de las mismas dimensiones que el escenario donde artistas, director de orquesta, director artístico y maestro repetidor (se le llama así porque va repitiendo la partitura con el piano continuamente, de ahí el nombre) ensayan con una maqueta del decorado con idéntico volumen del que se podrá ver después sobre el escenario. En la planta sexta, junto a varias salas de ensayo más, se alza la sala de ensayo de la orquesta. Es otra de las zonas más impresionantes tanto por sus vistas como por su altura. Es la más alta del teatro y está coronada por las llamadas conchas o lentejas acústicas, que sirven para que el sonido sea idéntico al del foso.
Pocos saben que el Teatro Real mide 77 metros y tiene 14 plantas encima del suelo y ocho más subterráneas
Otro lugar clave donde se cocina la magia del Teatro Real está en la quinta planta. Aquí están los departamentos de Sastrería y Caracterización, en los que trabajan 21 y 17 personas respectivamente. Si empezamos por el vestuario, lo primero que veremos al pasear por las entrañas del Real son burros por los pasillos con todas las prendas que van a lucir cada uno de los cantantes que salen a escena. Todas están identificadas con el nombre del espectáculo y del artista y, cada noche tras la función, se desinfectan siguiendo un estricto protocolo anticovid en unos armarios ultravioletas portátiles creados para ello. Una tintorería, donde se tiñe como lo hacían nuestras abuelas, una zona de lavandería y otra de planchado, cuartos de telas, probadores, almacenes y un magnífico taller copan esta zona en la que se retoca cada prenda de ropa tras la función, se hacen zapatos, sombreros y tocados, trajes de época, actuales o militares (como los que empiezan ya a colgar de las perchas para los estrenos de Parténope en noviembre y El ocaso de los dioses en enero) y donde se puede encontrar, por ejemplo, la bobina de hilo de color más inaudito, botones de todas las épocas, tamaños y formas o trajes de cualquier momento histórico.
Porque aquí no se tira nada siguiendo los preceptos más sostenibles. El vestuario creado para cada producción se almacena y se reutiliza si es necesario para otras obras. “Somos el departamento más especial. No solo hacemos nuestro trabajo sino que sastres y caracterizadores somos los que tenemos contacto real con los artistas”, explica Ovidio Cedeña, jefe de ambos departamentos. Efectivamente ellos son los que, cada día, están más cerca de los cantantes para dejarlos listos para la función pero también convirtiéndose a ratos en una suerte de psicólogos, confesores o confidentes. Confirma sus palabras Elena García, una de las responsables de caracterización, mientras nos enseña un almacén plagado de distintos tipos de lacas, tintes para el pelo, pelucas, champús, maquillajes, cepillos… El taller es también su templo y llama mucho la atención ver con qué delicadeza y esmero elaboran cada peluca, con cabello natural y pelo a pelo, adaptadas a la fisonomía de cada cantante. Tardan una semana en hacer una peluca completa.
Un teatro con historia
El Real en cifras
Con 65.000 metros cuadrados útiles, el Teatro Real es un majestuoso edificio donde conviven esas zonas que no se ven en las que se fabrica la magia de la ópera: por ejemplo, 1.800 metros cuadrados están dedicados a salas de ensayo y hay 11 camerinos individuales, que se suman a los colectivos para más de 300 personas, con la belleza de su patio de butacas y sus salones decorados con tapices de la Real Fábrica de Tapices y lienzos cedidos por los museos estatales. No dejen de mirar el impresionante espejo veneciano del salón Carlos III (el azul), la lámpara del salón Arrieta (verde), que antes colgaba del palco de Isabel II, o su restaurante, que entre 1841 y 1850 se llamaba Salón del Baile y se convirtió en sede parlamentaria acogiendo las sesiones de las Cortes mientras se remodelaban el Palacio de Congresos. Allí se aprobaron leyes como las de la organización de la Guardia Civil, una nueva ley electoral o el uso del sistema decimal.
1746
Localidades hay en el patio de butacas. Está coronado por una gran lámpara de cristal de roca y bronce con 300 bombillas y 2.400 kilos de peso.
77m
Es la altura total del Teatro Real desde su planta menos ocho hasta la 14. Hay 25 ascensores (18 ascensores y siete elevadores) para cubrir todo el edificio.
320m2
Metros cuadrados mide el escenario del Teatro Real. Su boca es de 18x14 metros y su caja escénica, con 73,20 metros, es una de las más avanzadas del mundo.
Si seguimos bajando, la cuarta planta es la más institucional. Es donde están las oficinas y la dirección del Teatro Real, pero no nos engañemos porque el ritmo es tan frenético como en las demás zonas: aquí se deciden, por ejemplo, los títulos que se van a ver cada temporada o se gestionan los patrocinios como el de Endesa, fundamental para que la actividad de uno de los mejores teatros líricos del mundo siga manteniendo su excelencia y sea accesible a todos los públicos. También este es el lugar donde se lleva a cabo una ardua labor de producción para que cada obra , ya sea propia, coproducción o ajena, esté lista para su estreno. Algo que fue especialmente frenético la temporada pasada si recordamos que el Real fue la primera ópera del mundo en abrir tras el parón provocado por el coronavirus.
Un poco más abajo, en la primera planta, se encuentran los camerinos de coro (en Felipe los femeninos y en Carlos, los masculinos), en la cero, donde reina el escenario, los de los solistas y en la menos uno está el foso de la orquesta. Es móvil y puede ampliarse y encogerse según la necesidad hasta un máximo de 140 metros cuadrados. Ahora, con los protocolos covid, ha crecido eliminando las primeras filas del patio de butacas para que los músicos puedan estar separados por pantallas de metacrilato y mantengan la distancia de seguridad.
Una curiosidad más si miramos hacia arriba desde las tablas: la caja escénica tiene más de 73 metros de altura y en las galerías y parrillas de las últimas plantas (entre los 12 y 41 metros de altura) se controla toda la tramoya, luces y demás elementos técnicos. Pero si bajamos la mirada hacia el subsuelo es donde encontramos otra de las grandes peculiaridades del Teatro Real que le hacen prácticamente único en el mundo.
Empecemos por el anecdotario. Hay ocho plantas subterráneas hasta llegar a los 24 metros y bajo el patio de butacas no hay nada a excepción de un foso donde habitualmente se encuentran las escenografías. El Real cuenta, en su planta menos cinco (a 16 metros bajo el suelo) con una sofisticada maquinaria basada en una veintena de plataformas hidráulicas, llamadas las espirulinas porque son grandes cilindros que se elevan en espiral, que suben y bajan verticalmente los decorados. Lo normal sería que entraran en el escenario en horizontal, pero como el Real nunca ha podido crecer por los hombros, es decir a lo ancho, adaptó su realidad a la verticalidad e hizo de la necesidad virtud. Es uno de los sistemas más modernos y avanzados de los existentes en las casas de ópera de todo el mundo y permite no solo hacer cambios de escenografía de manera muy rápida, sino trabajar hasta en seis escenografías simultáneamente.
Quienes se encargan de convertir en realidad esos parajes, bosques, casas palaciegas y buhardillas paupérrimas, coches e incluso barcos que se suben al escenario en cada ópera están en la planta menos tres (a ocho metros bajo tierra). En este lugar, entre sierras, maderas, pintura y otras herramientas, trabaja el departamento de Utilería creando las escenografías. De aquí salieron, por cierto, dos magníficas esculturas inspiradas en los dioses de la Grecia clásica que se quedaron detenidas en el escenario el día del ensayo general de Aquiles en Esciros, cuando se cerraron las puertas del teatro por la pandemia. Fueron las guardianas del Real durante los meses de confinamiento. Por eso, ahora han querido que se puedan ver en el salón Falla para honrar el trabajo de todos los que hacen posible la magia de la ópera. Artistas y trabajadores que, cada vez que un espectador se sienta en la butaca y se ilumina el escenario, consiguen hacer realidad eso que dijo Ramón Gómez de la Serna de que “la ópera es la verdad de la mentira”.
Cómo hacer del planeta un lugar mejor para todos. Un planeta sostenible y habitable. La respuesta está en la energía. En concreto en la buena energía necesaria para crear nuestro día a día, para ser y para estar y, sobre todo, para construir el latido de lo que somos y de lo que queremos ser.
Ese compromiso es Buena Energía, un proyecto con el que Endesa quiere seguir construyendo un país sostenible, inteligente, limpio y para todos. Un país que, ahora más que nunca, tenga en la sostenibilidad y en una transición energética justa su espina dorsal. La descarbonización y la apuesta por las energías renovables teniendo siempre presente el desarrollo local y la economía circular, la generalización de las ciudades y los hogares inteligentes, el avance en movilidad eléctrica y los principios de igualdad, equidad y transparencia guían este proyecto porque para que el mundo avance es necesario que todos vayamos de la mano. Juntos y con Buena Energía.
Créditos
Proyecto coordinado por:
Prado Campos
José M. Sánchez
Dirección de Arte y Diseño UI:
Alessandro Marra
Infografías:
Sofía Sisqués
Desarrollo y maquetación:
Saúl Fernández
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