Gabriel, Lorena o Higor, los niños que escapan de la violencia para ser futbolistas, médicos o poetas
Más de 6.000 niños y adolescentes murieron el año pasado en Brasil. Para escapar de la violencia y la pobreza que azota a ciudades como São Paulo y ayudar a los jóvenes a labrarse un futuro alejado de las calles y en el que cumplir sus sueños no sea una quimera, Fundación MAPFRE colabora con los centros Vocação
Lo primero que llama la atención en cuanto uno conoce el espacio de Vocação, en São Paulo, Brasil, es la permanente sonrisa que acompaña a los niños y jóvenes que campan alegremente por sus instalaciones. Sonríen cuando juegan, cuando comen, cuando corren, cuando escriben, cuando escuchan las explicaciones de sus profesores… Es fácil preguntarse: ¿cómo es que derrochan esa alegría viviendo en un contexto de pobreza y desigualdades sociales que conduce a la violencia? Las 10 ciudades con mayores tasas de asesinatos de Brasil tienen nueve veces más personas en situación de extrema pobreza que las ciudades menos violentas, según los datos del Atlas de la Violencia 2018. Tanto es así que comer es una lucha diaria para millones de personas en São Paulo, una situación que la crisis sanitaria de la Covid-19 ha agravado notablemente en los últimos meses.
La respuesta se descubre sola: sonríen porque aquí están a salvo. Porque han hecho de Vocação su propio búnker. Y porque todos estos niños y jóvenes forman parte de una transformación social que trata de poner fin a las desigualdades desde hace 54 años. Eso sí que es hacer historia.
Podríamos decir que Vocação es una iniciativa impulsada por Fundación MAPFRE, que con sus proyectos internacionales vela por mejorar la calidad de vida de personas en situación de vulnerabilidad social. Podríamos decir también que desde esta institución, sus voluntarios han ayudado a más de 300.000 personas a través de proyectos educativos, formación profesional, inclusión en el mercado laboral y fortalecimiento de los lazos familiares. Podríamos decir todo esto, pero nos quedaríamos cortos porque en este espacio, como si de un oasis en pleno desierto se tratase, se crean las condiciones idóneas para que los niños, adolescentes y jóvenes puedan tener un crecimiento equilibrado y una educación integral que les permita ser conscientes de sus derechos como personas y les ofrezca las herramientas necesarias para labrarse su futuro. «Trabajar en algo que ofrece oportunidades para tener una vida sana, una vida digna… eso es impagable», admite Paulo Bravo, consejero voluntario en Vocação.
Las jóvenes promesas de Vocação
Gabriel dos Santos tiene 16 años, vive en Grajaú Zona Sul de São Paulo, sueña con ser futbolista profesional y es una de las muchas personas que dan sentido al proyecto de Vocação. Desde agosto, cuatro veces por semana acude a clases de Preparación para el Trabajo, uno de los programas del espacio que trata de fortalecer la autonomía de adolescentes y jóvenes mediante actividades socioeducativas para impulsar sus trayectorias personales y profesionales. «Vocação me está ayudando mucho a posicionarme en el mercado laboral, deportivo y empresarial, además de darme una visión clara de mis objetivos», asegura el chico.
Lorena es más joven, pero a sus nueve años ya es consciente de que Vocação le apoya en su proyecto de vida: ser médico. Desde hace más de un año, todas las tardes se desplaza desde su casa en el barrio de Cidade Julia hasta Vocação para ser parte del programa Crê-Ser, destinado a la educación integral de niños y niñas de 6 a 15 años. A partir de actividades lúdicas, artísticas, lingüísticas y de participación ciudadana, los pequeños empiezan a construirse un futuro digno: «Estamos invirtiendo en la educación y el bienestar de los que no pueden hacerlo», expresa Fabio Cutait, consejero voluntario de Vocação.
«A través de este ecosistema, la vida de los jóvenes cambia, pueden aportar ingresos a su familia y esto mueve a toda la comunidad»
Taniá Siuda, educadora
Y no todo el mundo tiene esa capacidad para transformar de esta manera la vida de las personas. «Para mí todo este trabajo es muy gratificante», confiesa Tainá Siuda, educadora en Vocação. «A través de este ecosistema, la vida de los jóvenes cambia, pueden aportar ingresos a su familia y esto mueve a toda la comunidad. Tenemos muchos desafíos en estos momentos: debemos priorizar un regreso seguro tras la pandemia, acercar a los jóvenes a la nueva realidad del mundo del trabajo y preparar profesionales para este futuro tan incierto que tenemos».
Trabajar por una educación de calidad y una sociedad más justa
Gracias al apoyo de instituciones como Fundación MAPFRE, los niños pueden incorporarse a Vocação desde los seis años. Hasta que cumplan 15, participarán en el programa Crê-Ser. A partir de ese momento, pasarán a ser parte de Preparación para el Trabajo, donde empezarán a tener contacto directo con distintas empresas socias de Vocação. Pero la formación no acaba aquí, porque tras esta etapa, pueden realizar prácticas y cursos gratuitos de finanzas personales, emprendimiento o marketing, por ejemplo. «Los educadores despertamos las habilidades de los jóvenes y ampliamos su repertorio cultural», explica Tainá.
Y lo hacen con un profundo afecto hacia la infancia: « Vocação me ayuda a cumplir mi sueño de ser médico desde el respeto, el cuidado y el cariño a los demás», dice João Pedro, alumno de 12 años del programa de Crê-Ser. João llega todos los días al centro, desayuna, sube hasta la sala de estar, habla y juega con sus compañeros, escucha música, acude a la sala de informática y a la cancha deportiva y, en definitiva, recibe una formación y unos valores que le ayudarán a labrarse un futuro prometedor, igual que al resto de sus compañeros.
«Yo quiero ser poeta», cuenta Higor Martins. A sus 15 años, forma parte del programa de Preparación para el Trabajo, como Gabriel. «Lo que más me gusta de venir aquí es que siempre aprendo algo nuevo para progresar en mi carrera», asegura el alumno, quien reconoce que se decanta por las actividades artísticas y tecnológicas.
Las alarmantes cifras de la violencia y la pobreza en Brasil
Ni siquiera el confinamiento dio una tregua al país más grande del hemisferio sur: más de 50.000 personas fueron asesinadas en Brasil en 2020, un 4,7% más que en 2019, según el Anuario Brasileño de Seguridad Pública. De ellas, 6.000 eran niños y adolescentes. El 83% de la población brasileña se muestra muy preocupada por convertirse en víctima de un crimen violento, asegura el Índice de Paz Global (IPG) 2021. Esto sugiere que los brasileños son quienes más temen a la violencia, ya que el promedio mundial está en 60%.
No es para menos. Hace unos años, el Centro de Políticas Públicas del Instituto de Enseñanza e Investigación (Insper) sacó a la luz un dato preocupante: uno de cada dos ciudadanos de São Paulo había sido alguna vez víctima de un delito, desde secuestros exprés a robos en el domicilio o asaltos en plena calle. A esto hay que sumar que en São Paulo, a pesar de la ciudad más rica del país, más de 20.000 personas viven en la calle. Ante esta realidad, las perspectivas de futuro de los niños del país son, cuando menos, inciertas y proyectos como Vocação se erigen en fundamentales para “despertar vocaciones en las personas para transformar el mundo”.
“Cuando salimos a trabajar y dejamos aquí a nuestros hijos, sabemos que están a salvo”
Quitéria Maria, madre de alumna de Vocação.
Apoyar a toda la familia para transformar las comunidades
«Solamente puedo agradecer a Vocação que sea parte de nuestras vidas, porque cuando salimos a trabajar y dejamos aquí a nuestros hijos, sabemos que están a salvo», asegura con emoción Quitéria Maria da Conceição, madre de Roberta, que acude al centro desde hace cinco años. Otro objetivo importante para la institución es que las familias se vean fortalecidas en su capacidad de ser promotoras del desarrollo integral de sus hijos. Al fin y al cabo, son quienes más horas pasan con los menores y la educación que reciban en casa les marcará de por vida.
Rayane, que ahora ha cumplido 18 años, superó en Vocação su miedo a hablar en público. «Ya sabe comunicarse con confianza, tiene intención de ir a la universidad, quiere cumplir sus sueños y metas», explica Elhaci, su madre. «Agradezco a todo el equipo cuánto han impactado en la vida de tantos adolescentes y jóvenes», añade. Y cuando un joven consigue sus objetivos, toda la familia se beneficia, no solo económicamente. El bienestar se propaga. Del joven a su familia, de su familia a la comunidad, de su comunidad a todo el país. De menos a más. Así es como se consiguen los grandes cambios que hacen historia.