El último tabú: adiós al hombre fuerte, es la era del hombre sensible
Seguro que han escuchado miles de veces eso de que los hombres no lloran. Es uno de los tópicos sobre los que se asienta con más fuerza el concepto de masculinidad hegemónica. Una idea tradicional que hoy comienza a dejar paso a las nuevas masculinidades que defienden la igualdad y el poder empoderador de las emociones
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Hagan memoria. Seguro que han escuchado miles de veces eso de que “los hombres no lloran”. Según su edad, es más que probable que lo hayan oído en casa y en la calle hasta la saciedad e incluso que en su cabeza resuene esa diatriba del Fary hablando del hombre blandegue. O el «llora como una mujer lo que no supiste defender como un hombre», que le dijo su madre a Boabdil tras la toma de Granada. Si es más joven, no le faltarán referentes pop. ¿Recuerdan ese “Los chicos no lloran, tienen que pelear” de Miguel Bosé o el Boys don’t cry de The Cure? Sin embargo, si son mucho más jóvenes quizás esta afirmación ya la pongan, como poco, en duda como hace, por ejemplo, el trappero puertorriqueño Anuel AA cuando canta “¿quién dijo que los hombres no pueden llorar?” En definitiva, tres épocas y tres formas de abordar uno de los últimos tabúes que aún pesan sobre el concepto tradicional de masculinidad: el de la sensibilidad.
“Yo sí me emociono, por supuesto. Lo de llorar es otra cosa que va más allá de la emoción. Cuando hablamos de la lágrima parece que eso certifica que la emoción está completada”. Quien habla es el bailarín, coreógrafo y pedagogo del flamenco Juan Carlos Lérida, protagonista de la nueva campaña de Pikolin Haz algo que te quite el sueño, con la que la célebre marca de colchones quiere seguir rompiendo con los estereotipos y reivindicar que los hombres más fuertes son los que dejan atrás los clichés, disfrutan de sus pasiones, viven sus sentimientos, se emocionan y, por supuesto, lloran. Porque, como defienden, la sensibilidad no puede ser en el siglo XXI un arma arrojadiza y un concepto femenino y porque vivir la vida con pasión es vivirla con verdadera emoción.
``He llegado a tener hasta un poquito de fiebre después de estados emocionales fuertes``
La emoción forma parte indisoluble de la vida de Juan Carlos Lérida. Es la esencia de su profesión, la transmite cada vez que mueve su cuerpo y, por supuesto, está en su día a día, en su círculo más íntimo, en el amor, en la pérdida… Por eso, subraya, hay que vivirla y sentirla. No hay que renunciar a ella. “A mí me cambia hasta la temperatura. No solo se me ponen los vellos de punta. He llegado a tener hasta un poquito de fiebre después de estados emocionales fuertes”, confiesa. «La muerte de mi madre abrió otro canal» emocional, rememora.
Afortunadamente, escuchar hoy palabras como las suyas es cada vez más común. Atrás va quedando el concepto más rancio y estereotipado de masculinidad del hombre fuerte, insensible y poderoso. Esta es una de las aristas más visibles de lo que se llama la nueva masculinidad, o las nuevas masculinidades porque como defiende el sociólogo estadounidense Michel Kimmel, pionero en estudiar la masculinidad, fundador de la revista académica Men and Masculinities, portavoz de la National Organization for Men Against Sexism y creador y director del Centro para el Estudio del Hombre y las Masculinidades de la Stony Brook University, “la virilidad no es estática ni atemporal, es histórica”.
DE MAD MEN AL HOMBRE DE FAMILIA EMOCIONALMENTE INTELIGENTE
“El hombre del siglo XXI dice que sabe quién no es, pero admite que todavía está evolucionando para definir quién es”. Esta es una de las principales conclusiones del informe The Shriver Report Snapshot: An insight into the 21th century man, elaborado por A woman’s nation en 2015. Y agrega: “el Mad Men ha sido sustituido por el hombre de familia emocionalmente inteligente”.
El 68% de los hombres encuestados afirmó que tener “un carácter personal fuerte e integridad es lo más importante a la hora de exhibir fortaleza en el mundo de hoy”. Las siguientes variables sobre cómo es el hombre de hoy que refleja este estudio son aportar solvencia económica (44%), tener confianza en labrar su propio camino (40%) y tener fortaleza emocional para enfrentar situaciones estresantes (37%). Solo un 11% cita ser físicamente fuerte como sinónimo de la fortaleza masculina en el siglo XXI. Sin embargo, los hombres de más de 65 años identificaron en menor grado la inteligencia emocional con la fortaleza masculina y valoraron más el poder físico. Solo un 22% señaló que mostrar emociones es un signo de debilidad y que han sentido la necesidad de actuar violentamente porque sintieron que su masculinidad estaba siendo desafiada.
``Hay una creciente brecha entre lo que los hombres dicen que significa ser un hombre y lo que hacen en realidad``
De igual modo, el mismo informe apunta que el éxito personal se identifica mayoritariamente con el familiar (60%) por encima del financiero o el profesional. En conclusión, aseguraron los investigadores, el hombre contemporáneo se preocupa por “conjugar el éxito con ser un buen padre, un buen marido, un buen hijo y un buen amigo”. “Hay una creciente brecha entre lo que los hombres dicen que significa ser un hombre y lo que hacen en realidad. Se dice que tienen que ser fuertes, poderosos, no mostrar sus emociones, sus sentimientos, no pueden llorar… Pero en sus vidas diarias hacen cosas mucho más saludables: se implican en el cuidado infantil, tienen más relaciones emocionales, son mejores amigos cada vez…”, aseguraba en el mismo sentido en una entrevista Kimmel.
De la misma opinión es el profesor José María Armengol, director del Máster en Estudios de Masculinidades de la Universidad de Castilla-La Mancha, catedrático de Estudios de Género y Literatura Estadounidense e investigador principal del proyecto MASCAGE sobre masculinidad y envejecimiento, financiado por el programa Gendernet Plus Era-Net Co-fund de la Unión Europea. “La masculinidad tradicional se ha definido por oposición: ser hombre es no ser mujer. no ser étnico y no ser homosexual”, explica. Históricamente ha sido un “concepto monolítico”.
``La masculinidad siempre se ha autocensurado en lo emocional, lo que conlleva enormes problemas psicológicos y de relaciones sociales``
Desde los años setenta y ochenta en países como Estados Unidos y Reino Unido y desde este siglo en España se empieza a estudiar la masculinidad como “un constructo de género específico” a partir del auge de los estudios feministas. Por eso, analiza Armengol, el concepto de masculinidad está en plena evolución ya que depende de variables como el momento histórico, la cultura, la clase social, la edad, la orientación sexual o la diversidad funcional. “No se puede hablar de un tipo de hombre sino de masculinidades en plural”, asegura.
El poder de la emoción
Por eso, prosigue José María Armengol, los estudios de las masculinidades son más necesarios que nunca ya que “no solo muestran esos privilegios que pierde la masculinidad hegemónica sino todo lo que puede ganar apoyando la igualdad de género, por ejemplo en gestión emocional como subraya la campaña de Pikolin”.
“La masculinidad siempre ha asociado las emociones a lo femenino, lo débil y vulnerable y se ha autocensurado en lo emocional, lo que conlleva enormes problemas psicológicos y de relaciones sociales. Lo que tienen que ver es que si cambiamos la definición de masculinidad, salen ganando: son mejores padres, mejores parejas, mejores amigos… La campaña es muy interesante al centrarse en las emociones y en la idea de que expresarlas no es masculino ni femenino, sino humano”, agrega. Porque, en el fondo, la ecuación es tan sencilla como la dejó escrita Victor Hugo en Los Miserables: «aquellos que no lloran, no ven».