El placer de dormir entre obras de arte
Ocho siglos de historia y una reforma que le ha devuelto la luz y el esplendor artístico. Pasado y presente se miran de frente en el Parador de León, un alojamiento que es un auténtico museo
Pocos lugares pueden presumir de mirar de tú a tú (y sin rubor) nada menos que a una joya arquitectónica como la Catedral de León. Hablamos, claro está, del Hostal de San Marcos (el hostal o San Marcos, como lo llaman los leoneses), joya del plateresco español y uno de esos lugares dignos de admirar y paladear con detenimiento. La historia que cobijan sus paredes ya da buena muestra de que pasar una noche aquí no es cualquier cosa: un edificio con más de 800 años íntimamente ligado al Camino de Santiago. Una colección de más de 500 obras de arte y estancias para deleitarse. Una de las fachadas platerescas más imponentes del Renacimiento español. Y un Parador, reinaugurado el año pasado tras una reforma que ha sacado (más) brillo a todos los secretos que se esconden tras sus centenarios muros, que realmente es un auténtico museo con habitaciones.
Porque San Marcos nació como convento y hospital de peregrinos en el siglo XII, además de emblema de la Orden de Santiago, y desde entonces ha sido también casa de misioneros, hospital de viruela, cuartel de caballerizas, instituto de enseñanza, campo de concentración franquista y, desde 1965, hotel y uno de los símbolos de la red de Paradores. Pero, a su vez, es mucho más. Solo hay que preguntar a los vecinos de la ciudad.
''El Parador es el lugar donde todo el mundo sueña con casarse''
“Es un emblema para el leonés, un punto de referencia”, afirma Ana Poveda (o Anita como la llaman sus compañeros), gobernanta recién jubilada y una de las personas que mejor conoce sus rincones tras 19 años trabajando en el Parador. “Es el lugar donde todo el mundo sueña con casarse”, añade entre risas. Lo confirma Ana Domínguez, leonesa que volvió el año pasado a su tierra para dirigir el Parador. “Los leoneses están muy orgullosos de su Parador, es parte de la historia de la ciudad y de su vida. Es el sitio donde se han casado abuelos, padres, hijos y nietos. Está en la memoria colectiva. Lo sienten como suyo”. Tanto es así, cuenta Montserrat Rodríguez, camarera del establecimiento hotelero, que los que se casaron entonces ahora están celebrando sus Bodas de Oro. “Este edificio es parte de la vida de los leoneses y todo un lujazo. Parece que no estás en el centro de León. Es como un viaje al pasado”, asegura.
Las recomendaciones de los que más saben...
Gobernanta
Ana Poveda
19 años en el Parador de León
Camarera
Montserrat Rodríguez
25 años en el Parador de León
Ayudante de recepción
Marta Acebes
Tres meses en el Parador de León
Precisamente esa quietud elegante es la que envuelve a quien se aloja (o simplemente entra, ya que su cafetería y restaurante están abiertos al público) en el Parador de León. Si la impresionante fachada bañada por el sol es el espectáculo de bienvenida, el placer sensorial se magnifica al atravesar sus puertas. El peso del pasado se siente al cruzar las puertas de la Sala Capitular, dominada por un magnífico alfarje del siglo XVI (similar a un artesonado), mientras que la vista se deja acunar con la calidez de la luz que se filtra, como en un lienzo, por los seis ventanales de la habitación 401, ubicada en el torreón del siglo XVIII que remata la fachada y la más deseada para las noches de boda. La banda sonora la ponen el rubor del río Bernesga y de los chopos que le rodean, el mismo que escuchó Quevedo cuando estuvo aquí preso (entre 1639 y 1643) y que describió en varios libros escritos en una celda que probablemente se ubicó en las mazmorras del edificio, así como el trinar de los pájaros que se arremolinan entre los bellos arcos del claustro. Un lujo hedonista que invita al relax y la paz y que hacen único un lugar que juega, con sencillez y sobriedad, al contraste de lo histórico y lo contemporáneo.
Esa fue la máxima de la reforma llevada a cabo entre 2017 y 2020, que buscaba que interior y exterior no compitiesen. Las obras, dotadas con un presupuesto de 15 millones de euros, han modernizado con acierto el conjunto. El edificio antes contaba con más de 200 habitaciones y varios salones de banquetes ubicados en la zona histórica y en otro edificio anexo de los años sesenta. Ese ala se ha tirado y se ha reformado la parte histórica modernizándola con 51 habitaciones del doble de tamaño y creando un interesantísimo diálogo artístico entre el pasado renacentista y el arte moderno.
«Fui traído en el rigor del invierno sin capa que poner y sin una camisa que mudar, de sesenta y un años, a este convento real de San Marcos, donde he estado todo este tiempo en rigurosísima prisión, enfermo con tres heridas, que con los fríos y la vecindad de un río que tengo por cabecera se me han cancerado, y por falta de cirujano, no sin piedad, me las han visto cauterizar con mis propias manos; tan pobre que de limosna me han abrigado y entretenido la vida». Aunque se desconoce el lugar exacto de la celda de Francisco de Quevedo, esta carta pidiendo clemencia al conde-duque de Olivares deja constancia de las penurias que pasó en el convento de San Marcos entre 1639 a 1643. Allí escribió varias obras y murió dos años después de salir a causa de las secuelas.
No podía ser de otra manera. Isabel y Fernando, los Reyes Católicos, presiden la magna escalera del Parador de León, que antes de la remodelación albergaba la recepción y hoy es un recoleto y acogedor salón que da acceso a alguna de las joyas arquitectónicas del edificio, porque ellos fueron los responsables de que hoy respire historia y esplendor por sus cuatro costados. Fue en el año 1513 cuando Fernando el Católico, maestre de la Orden de Santiago, impulsó la reconstrucción del entonces hospital de peregrinos enviado los 300.000 maravedíes necesarios para las obras. El objetivo era crear un monumento grandioso que reflejara el poder de la Orden. La ambición de las obras fue de tal calibre que terminaron en 1720.
“Hemos ganado un museo”, resume Domínguez. “El propio Parador ya necesita un fin de semana para visitarlo con calma, para descansar, perderse por sus rincones, leer… Es un museo con habitaciones, más que un hotel con historia y arte, que la tiene por todos los poros”.
“El Parador ha ganado mucho con la reforma: estaba envejecido y lo necesitaba”
Ana Poveda, gobernanta recién jubilada del Parador de León
Tanto es así que los sábados y domingos hay visitas guiadas para los huéspedes que realizan guías locales en otra de las máximas de Paradores: su clara apuesta por ser un dinamizador de la economía local. En el de León trabajan alrededor de 60 personas, muchos de los cuales llevan décadas allí, como es el caso de Ana Poveda, o empezaron de jóvenes como pinches o mozos, como le ha ocurrido a Juan Carlos Redondo, hoy nuevo jefe de cocina del Restaurante Don Sancho del Parador que empezó como ayudante en sus cocinas hace casi cuarto de siglo. “Es un gran dinamizador social y económico tanto en personal laboral como en el fomento de los productos locales de kilómetro cero y de la economía de la ciudad”, explica Ana Domínguez. “Cuando dices que trabajas en el Parador es como ‘guau’. No es un simple hotel. En la ciudad se le tiene mucho aprecio por lo que significa”, relata Marta Acebes, ayudante de recepción que empezó de prácticas y, tres meses después, a sus 25 años es la última incorporación de la plantilla.
Dormir con mucho arte
“El Parador ha ganado mucho con la reforma: estaba envejecido y lo necesitaba”, explica Ana Poveda. De la misma opinión es su compañera Montserrat Rodríguez: “Ha supuesto un cambio en el físico que se nota. Antes parecía un sitio muy antiguo y ahora está muy modernizado. La gente ha recibido esta nueva etapa con muchas ganas”. Además de modernizar las instalaciones y devolver su lustre al edificio histórico, añade Domínguez, “la reforma ha puesto en valor muchas obras de arte que ya estaban aquí y se les ha dotado de coherencia”.
De esta forma, conviven en armonía su claustro renacentista y barroco, donde se puede ver un altar de piedra de Juan de Juni (siglo XVI), con una magnífica colección de arte de segunda mitad del siglo XX con obras de Canogar, Saura, Chillida, Genovés o Martínez Novillo que decoran el imponente «atrio», donde hoy se ubica la cafetería, rematado por una cubierta de Lucio Muñoz de estilo informalista. El recogimiento de su biblioteca, una de las zonas favoritas de los trabajadores por sus preciosas vistas a la Iglesia de San Marcos, y el profuso coro de madera de nogal de Juan de Juni, Guillén Doncel y Juan de Angés, otra de las joyas del Renacimiento español que alberga el Parador, dialogan con la colección de Vela Zanetti. Lo mismo ocurre con el juego de blancos y negros de las obras de José Caballero que mira a un retrato ecuestre del marqués de Aitona, mientras se cuela en el salón el sonido de la vida de la plaza de San Marcos por el balcón principal de la fachada.
''Este edificio es parte de la vida de los leoneses y todo un lujazo. Parece que no estás en el centro de León. Es como un viaje al pasado''
Porque si decíamos al principio que San Marcos mira de tú a tú a la Catedral leonesa, no lo hace menos el pasado y el presente de puertas adentro. Otro buen ejemplo de ello se encuentra en la recepción. Aquí, rodeado de la más absoluta modernidad, se pueden ver los restos arqueológicos del que se cree es el edificio original del siglo XII, además de piezas de sarcófagos y un alquerque, uno de los juegos más populares de la Edad Media parecido al tres en raya. También se encontró el enterramiento de dos mujeres de entre finales del XI y mediados del XII, tal y como dató la prueba de Carbono 14 encargada por el propio Parador. Quizás dos de sus primeras moradoras que han salido de nuevo a la luz para seguir dejando claro que San Marcos es historia y futuro, además de un auténtico espectáculo artístico para cautivar los sentidos.
Restaurante Rey Don Sancho
Hoy comemos...
“Lo que más me gusta es que los platos estén ricos, optimizar el producto y que llegue al cliente con nuestro toque”, explica Juan Carlos Redondo, jefe de cocina del Restaurante Don Sancho del Parador de León. Empezó aquí de ayudante de cocina hace 24 años y desde hace mes y medio es el máximo responsable de una carta deliciosa que combina con equilibrio tradición, vanguardia y producto de proximidad y en la que, por supuesto, no faltan la cecina y la morcilla de León o el lechazo de Castilla y León (IGP). ¿Qué se pediría él? Sin duda, el delicioso carré de cordero elaborado a baja temperatura. Se marida, explica, durante ocho horas a 85 grados y después se tuesta al horno. Un bocado magnífico. De postre, el chef recomienda una impresionante torrija caramelizada con natillas, frutos rojos y helado de leche merengada. “Es un postre que no podemos quitar de la carta. Es curioso como un plato tradicional de aprovechamiento se ha convertido en toda una delicatessen”.
Destinos con encanto para viajeros únicos
Créditos
Coordinación: Prado Campos
Fotografía: Andrés Martínez Casares