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Un proyecto junto a

Consumo responsable

Más cerca, más fresco: por qué saber qué comes (y qué tiras) es bueno para tu salud y la del planeta

Reducir nuestra huella de carbono también pasa por revisar nuestra cesta de la compra. Cambiar nuestros hábitos de consumo hacia un nuevo modelo ha de ser una prioridad

Dani Cabezas

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María José sale a hacer la compra todos los días. Pero al contrario que la mayoría de sus amigas, ella lo hace de otra manera: en lugar de acudir al supermercado, va al mercado de barrio de toda la vida. En vez de comprar cualquier tipo de frutas o verduras basándose en lo que le apetece, intenta priorizar siempre los productos de temporada. Y al coger un producto u otro para meterlo en la cesta, mira siempre la etiqueta para dar preferencia a aquellos que se han producido a menos kilómetros de su lugar de residencia.

Como a muchos otros ciudadanos, la pandemia le cambió la vida a Daniel. Al vivir en una comunidad de vecinos con muchos de ellos ancianos, decidió echar una mano a Puri, la del primero, y Julián, del sexto. Les hacía recados, les llevaba la compra e incluso les ayudaba a sentirse acompañados cuando cada día, a las ocho, salían a aplaudir a sus balcones. Una vez superada la pandemia, les convenció para unirse a un grupo de consumo como los que cada vez más proliferan en toda España. Ahora, los tres reciben puntualmente fruta y verdura de temporada procedente de un huerto cercano.

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CUIDADO DEL PLANETA

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Una mirada diferente comprometida con la imaginación y con el mundo que le rodea.
Así podríamos definir a Diego Ingold, un enamorado del teatro y del arte entendido como autorrealización. Donde cualquier otro ve un libro viejo, un cable pelado o una botella de plástico tirada donde no debía estar, él ve arte. Con esos materiales (rescatados y reciclados), el artista mallorquín nos anima en +Naturales a cuidar del medioambiente y, de paso, mejorar nuestra vida.

Gestos como los de Daniel y María José pueden parecer insignificantes, pero a la larga marcan la diferencia. Y es que lo que compramos, como lo que comemos, no solo nos define sino que, además, es esencial para reducir nuestra huella de carbono y poner nuestro grano de arena en la lucha contra el cambio climático. Porque la transición ecológica pasa, también, por nuestra manera de consumir.

Más cerca, más fresco

“Piensa global, actúa local” ha sido, tradicionalmente, uno de los lemas de los defensores del medio ambiente. Por eso, a la hora de calcular la huella de carbono de un alimento hay que tener en cuenta muchos factores, desde la fase de producción hasta el envasado y, especialmente, el transporte. Actualmente se estima que el 37% de las emisiones de GEI (gases de efecto invernadero) producidas a nivel mundial provienen de los sistemas alimentarios y un 29% de la cadena de suministro de los alimentos del huerto o la granja a la mesa. Un dato que afecta no solo a la huella de carbono sino también a la hídrica o la reducción de la biodiversidad.

El consumo de productos frescos frente a los procesados es también clave. Dándoles un mayor protagonismo en nuestra dieta no sólo contribuimos a mejorar nuestra salud: también evitamos la utilización de envases que, en muchos casos, acabarían contaminando el medio natural. Precisamente, en lo referente a los envases, las bolsas de plástico son uno de los residuos que más preocupan. Cada español se deshace de 144 de ellas al año, lo que equivale a un total aproximado de 6.800 millones en todo el territorio nacional, según un estudio de la Fundación Aquae. En el mundo, esa cifra se dispara hasta los 500.000 millones de bolsas de plástico cada año. Es por ello que reutilizarlas o utilizar otras confeccionadas para durar más en el tiempo, con materiales como la tela o la rafia, es siempre una buena idea.

Por último, y no menos importante, el tipo de compra que realizamos en lo que a alimentación se refiere también marca la diferencia. Plataformas como carbonfootprint.com, que miden la huella de carbono en infinidad de áreas distintas, hacen especial hincapié en ello. Un dato revelador: sabemos de la importancia para la salud de que frutas y verduras tengan más presencia en la dieta, pero es que, además, de promedio, las emisiones de alimentos de origen vegetal son de 10 a 50 veces más bajas que los de origen animal, según datos recopilados por la revista Science y analizados por Our World in Data.

La fase de producción, el envasado y el transporte son esenciales para calcular el impacto de un producto en el medio ambiente

Si partimos del dato que asegura que cada hogar español gasta, de media, unos 4.100 euros anuales en comida, según la Encuesta de Presupuestos Familiares elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), existen amplias diferencias atendiendo al tipo de dieta. La carne, por ejemplo tiene un elevado impacto medioambiental: un hogar con un elevado consumo de carne genera 2,98 toneladas de CO2 anuales, que se reducen a 1,93 toneladas si ese consumo es esporádico, a 1,62 si solo se come pescado y a 1,20 en el caso de una persona vegana que no consume ningún tipo de producto de origen animal. También es clave consumir frutas y verduras de cercanía y de temporada: de cercanía porque, además de apoyar a los productores locales, ayuda a minimizar el impacto de las emisiones de gases por su transporte, que en este punto de la cadena de suministro representa el 10% de las emisiones totales; y de temporada porque no es lo mismo consumir un tomate o una manzana en su época de cosecha que fuera de ella, cuando se incrementa el uso de energía para cultivarlos o conservarlos (y la consecuente huella de carbono) en invernaderos o con sistemas de refrigeración.

Otra clave fundamental es evitar el desperdicio de alimentos. Los datos de la FAO alertan de que cada año se desperdician 931 millones de toneladas de alimentos a nivel global, lo que representa que el 17% del total de alimentos disponibles para los consumidores acaba en la basura. Una cifra que The World Count aumenta 1.300 millones de toneladas anuales. (En España en 2020 se tiraron a la basura 1.364 millones de kilos-litros de alimentos, una media de 31 kg/l por persona). Además del impacto económico (a nivel general e individual), la ONU estima que entre el 8 y 10% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero están relacionadas con alimentos que nunca se consumen. ¿Y esto qué significa? Que para poner una ración de comida en la mesa, según las cuentas de The World Count, implica 10 kilos de tierra, 1,3 litros de combustibles fósiles, 800 litros de agua, 0,3 gramos de pesticidas y 3,5 kg de emisiones de CO2. O, dicho de otro modo, evitar el desperdicio de alimentos con gestos tan sencillos como planificar los menús, hacer una compra responsable (yendo con una lista y echando a la cesta solo lo que realmente vamos a necesitar y consumir) y practicar recetas de aprovechamiento es vital para el planeta y para nuestro bolsillo.

La importancia de la gestión responsable

En todo este nuevo paradigma, las empresas también han de jugar un papel importante. Naturgy es una de las que más hincapié ha hecho en ese sentido, lo que se refleja en sus datos del pasado ejercicio 2021. La empresa lleva a cabo una exhaustiva medición del desempeño ambiental basada en objetivos concretos y ambiciosos, auditados en el marco del sistema de gestión ambiental certificada (ISO 14001), y que se hacen públicos para responder al compromiso de transparencia de la organización.

Durante el primer semestre del año estuvieron vigentes los objetivos del Plan de Medio Ambiente 2022. Por su parte, en julio de 2021 se publicó el nuevo Plan Estratégico 2021-2025 en el que se revisaron al alza los compromisos existentes en materia de medio ambiente, estableciéndose objetivos más ambiciosos en el Plan de Sostenibilidad para 2025.

Un ejemplo de la aplicación real de estos objetivos es la nueva planta de biometano que Naturgy va a poner en marcha en España. Será la tercera que abre en el país, estará en la explotación ganadera de Porgaporcs, en Vila-Sana (Lleida), y aportará gas limpio al sistema energético a la vez que contribuye a la gestión sostenible de los recursos agroganaderos. De este modo, y con el objetivo de que todo el gas que circule por sus redes de distribución en 2050 sea de origen renovable, a partir del próximo verano generará biometano para abastecer el consumo anual equivalente de 3.150 viviendas y evitará la emisión a la atmósfera de cerca de 2.500 toneladas de CO2 al año (lo equivale a plantar más de 4.900 árboles).

DE ESTE CONTENIDO

El 75% de las personas implicadas en este contenido han viajado en transporte público para su elaboración

Este contenido se ha hecho con luz natural

Los materiales utilizados en el vídeo se han recogido en la playa Port d’es Canonge de Mallorca

En la producción de este contenido se han emitido 0,01884 toneladas de CO2, el equivalente a un viaje en avión Madrid-Barcelona o a un árbol absorbiendo emisiones durante un año. El 31,4% de las emisiones ligadas a la producción de este contenido se corresponden con la creación de los vídeos animados, mientras que la producción y el desarrollo del contenido ha supuesto un 68,6% de las emisiones totales. Naturgy, a través de la iniciativa #BuenaHuella, va a compensar el total de las emisiones producidas por el proyecto +Naturales.

Créditos

Content Strategy

Prado Campos

Diseño UI y Dirección de Arte

Alessandro Marra & Sofía Sisqués

Video Artist

Diego Ingold

Maquetación

Saúl Fernández

Producción Ejecutiva

Delia Blesa