Dormir en un barco varado en una montaña con las mejores vistas de la Costa Brava
De lejos parece una enorme y blanca joya tallada por el sol, el agua y la Tramontana en una cumbre junto al mar. De cerca, el Parador de Aiguablava se revela como una celebración constante del espíritu de la privilegiada zona en la que se encuentra
Parece mentira que un enclave tan turístico como la Costa Brava, elegido cada año por miles de personas para pasar sus vacaciones, todavía tenga joyas que nos sorprendan, que superen unas expectativas ya de por sí bastante elevadas. Pero eso es precisamente lo que consigue el Parador de Aiguablava, que domina la pequeña bahía del mismo nombre desde las rocas de la Punta d’es Mut. Por su ubicación, el Parador no es precisamente un lugar de paso, quien llega a sus puertas es porque intuye que allí va a encontrarse algo único y, eso sí, una vez que ha comprobado que sus intuiciones eran ciertas, lo más normal es que, antes de irse, ya se muera de ganas de volver.
El edificio, blanco, sólido y de líneas rectas, construido junto a la localidad ampurdanesa de Begur en la década de los sesenta por los arquitectos Raimon Durán y Manuel Sainz de Vicuña, es una muestra del racionalismo tan en boga de aquel tiempo. Concebido como un enorme barco que se interna en el mar desde las alturas del acantilado, cuenta con un interior caracterizado por los espacios amplios, luminosos y diáfanos que parecen concebidos para que en todo momento los huéspedes tengan visión directa del mar y su entorno.
En la fachada que da más hacia el sur, el Mediterráneo muestra cada mañana amaneceres esplendorosos, siempre distintos dependiendo de la época del año; por la otra, la cala de Aiguablava, de un azul turquesa que hace honor a su nombre (“aigua blava” significa “agua azul”, en catalán), parece un modelo a tamaño natural con todo lo que se supone que tiene que tener una cala de la Costa Brava: playas, rocas, pinos, pequeños puertos pesqueros y algún perezoso velero deslizándose cerca de la orilla. “Muchos de nuestros clientes nos mencionan que el edificio les recuerda a un crucero”, reconoce Reme Ortiz, jefa de recepción del Parador, que lleva desde los 19 años trabajando en él. Ahora tiene 44. “Pero no solo por su arquitectura”, continúa, “también por la tranquilidad. Aunque todas las habitaciones estén ocupadas, todo sigue igual de calmado. El Parador es un lugar desestresante, nos dicen muchos de nuestros huéspedes, lleno de silencio, al que la gente viene sobre todo a eso, a descansar”.
El Parador de Aiguablava cuenta ya con más de 56 años de historia, fue inaugurado en pleno desarrollismo español, en 1966, pero hoy en día luce totalmente renovado gracias a una profunda reforma que se extendió durante casi cuatro años, entre 2016 y el 26 de junio de 2022, fecha en la que se volvió a abrir al público. La reforma no ha afectado prácticamente al exterior, que se ha mantenido casi idéntico, pero los interiores han mutado completamente. El resultado es un edificio muy espacioso, con 70 habitaciones dobles, 4 dobles superiores y 4 suites, todas con vistas al mar, terrazas en ambas fachadas, una impresionante piscina exterior con vistas al mar y una biblioteca, situada junto a la recepción, con tres ventanales sobre la bahía que dejan boquiabierto a todos los visitantes que llegan al establecimiento por primera vez.
El interiorismo es otro de los fuertes del lugar. El estudio de diseño de interiores barcelonés Denys & Von Arend se ha encargado de la renovación, introduciendo muebles de líneas sencillas, elegantes e icónicos y vinculados con Cataluña como la silla Barcelona creada por Mies Van der Rohe para la Exposición Internacional de Barcelona de 1929 o la Butterfly, presentada en 1938 por los diseñadores Antonio Bonet, Juan Kurchan y Jorge Ferrari-Hardoy.
Debido a su ubicación, el Parador de Aiguablava es una especie de homenaje y a la vez síntesis de la Costa Brava. Es por esto que, siguiendo esa línea, su colección de arte, que proviene de la colección artística de Paradores que atesora más de 9.000 piezas de las más diversas épocas y estilos, cuenta con una amplia selección de piezas de artistas relacionados con Cataluña, como Rafael Durancamps, Antoni Clavé, Josep María Subirachs, Antoni Tàpies o Joan Miró, o más concretamente con el Ampurdán, como Salvador Dalí, del que podemos encontrar varios grabados y litografías de gran calidad, especialmente en la zona de la biblioteca. En total, más de 200 obras, a las que podemos sumar también esculturas y cerámicas, se distribuyen por todo el Parador en salones, habitaciones y pasillos, configurando casi un auténtico museo-hotel que deja huella en muchos de los visitantes, que se quedan admirados por algunas de las piezas.
El Ampurdán siempre ha sido una zona muy relacionada con el cine debido a la singularidad de sus costas y sus paisajes. En estas costas se han rodado películas tan conocidas como De repente, el último verano; La luz del fin del mundo o Pandora y el holandés errante. Testimonio de esto es la selección de fotografías de famosas estrellas del cine que cuelgan en las paredes del salón de desayunos del Parador de Aiguablava, donde podemos ver a Sinatra, Sofía Loren o Elisabeth Taylor. Y el Parador también ha tenido su pequeño papel en alguno de estos filmes. En la casa al borde de la playa en la que está ubicado el restaurante Mar i Vent se rodaron en 1991 varias escenas de la película Lo más natural, dirigida por Josefina Molina, una de las directoras de cine pioneras en nuestro país, y que estaba protagonizada por Miguel Bosé y Charo López. Ambos actores se alojaron en el Parador tras las jornadas de rodaje.
Todo esto complementado en las paredes de salones, pasillos y habitaciones por obras originales de pintores como Salvador Dalí, Rafael Durancamps, Antoni Clavé, Josep María Subirachs, Antoni Tàpies o Joan Miró, además de una amplia muestra de esculturas y de piezas muy interesantes de la célebre alfarería de La Bisbal d’Empordà, localidad que se encuentra a solo 20 kilómetros de Begur.
“La sauna con mejores vistas de España”
Pero, sin duda, uno de los detalles surgidos de la reforma que más llama la atención de los huéspedes, es el nuevo spa, ubicado en la planta -1. “El spa tiene mucho éxito entre nuestros clientes”, asegura Reme Ortiz. “Aparte de por la calidad de sus instalaciones, porque creo que tenemos la sauna con mejores vistas de toda España, en la que por las tardes se puede incluso tomar el sol. Cuenta con dos tipos de servicios: el circuito termal y las cabinas, en las que los clientes pueden darse un masaje o disfrutar de una amplia gama de rituales y tratamientos. Una de las actividades que más éxito tiene entre las parejas consiste en darse un masaje simultáneo en una cabina que cuenta con dos camillas y un jacuzzi privado”.
''El Parador es un lugar desestresante al que la gente viene, sobre todo, a descansar''
“Creo que los estándares de calidad del Parador han hecho que el resto de establecimientos de la zona tengan que esforzarse en ofrecer una oferta de mayor calidad”, afirma Julia Soria, jefa de administración del Parador, cuando se le pregunta por el efecto del establecimiento en la economía local. “Esto, en mi opinión, ha contribuido a mejorar la calidad turística de la zona. La competencia es positiva”.
“Además, proporciona muchos trabajos para personas de la zona”, añade José María Rodríguez, recepcionista, que destaca también su papel como motor económico de la región. “Damos negocio a muchas empresas locales que son nuestros proveedores como floristerías, taxistas, comercios de alimentación, etc.”. Debido a todo esto, el Parador de Aiguablava atrae cada año a multitud de clientes. “Muchos repiten cada verano, piden la misma habitación, etc.”, explica Reme Ortiz. “Algunos nos utilizan como una especie de segunda residencia, vienen todos los veranos y se quedan un mes entero. Incluso hemos tenido clientes de larga estancia, como una señora italiana que estuvo tres meses hospedada”.
Las recomendaciones de los que más saben...
JEFA DE ADMINISTRACIÓN
Julia Soria
Dos años y medio en el Parador de Aiguablava
RECEPCIONISTA
José María Rodríguez
33 años en el Parador de Aiguablava
CAMARERA
Ana Villarejo
17 años en el Parador de Aiguablava
Según la jefa de recepción, hay diferentes tipos de huéspedes dependiendo de la época del año. “Tras el verano, en septiembre y octubre comenzamos a recibir a clientes de empresas. De hecho, este año estamos notando un incremento bastante importante de este tipo de visitantes que vienen a realizar reuniones o actividades especiales. Y luego, durante el invierno, el Parador adquiere un carácter muy especial”. En esa época es prácticamente el único establecimiento hotelero abierto de los alrededores, las chimeneas de los salones se encienden por las tardes y los clientes se sientan a leer, a tomarse un café tranquilamente o sencillamente a admirar la bahía y el oleaje a través de los impresionantes ventanales. “Se crea un ambiente muy bonito, la verdad, especialmente en Navidad o Fin de año”, asegura.
“Muchos de nuestros huéspedes prácticamente no salen del Parador durante su estancia”, nos explica. “Vienen a disfrutar de nuestras instalaciones, pero también pueden realizar muchas actividades en la zona como ir a la playa, practicar esnórquel, pádel surf, salir en barco, en kayak… Durante el invierno puede aprovecharse para las visitas culturales como al pueblo de Pals, Peratallada, Ullastret, el Triángulo de Dalí o para disfrutar del patrimonio indiano de Begur, donde en septiembre se monta la Fira d’Indians, que conmemora la intensa relación entre Cuba y Begur, que tiene su origen en la emigración de muchos begurenses a esa isla a lo largo del siglo XIX. El pueblo se llena de visitantes y se realizan visitas guiadas a las casas que los indianos construyeron a la vuelta a su patria”.
UN RESTAURANTE QUE RESUME LA GASTRONOMÍA DE LA COSTA BRAVA
Pero ninguna reseña del Parador de Aiguablava estaría completa sin hacer referencia a su oferta gastronómica. En primer lugar, hay que destacar el gran salón del bar, que se abre a una terraza desde la que pueden admirarse las rocas del acantilado de Punta d’es Mut que dan a mar abierto, un lugar en el que los clientes pueden tomar algo, leer, trabajar con su ordenador o simplemente relajarse siguiendo el vuelo de las gaviotas.
Justo al lado se encuentra el restaurante, en el cual podemos encontrar, a la hora de la comida y la cena, pescados traídos cada día de la lonja, carnes de Girona y vinos locales de primera calidad. Entre los platos estrella de la carta están el mar y montaña, el clásico suquet de pescado, unas inolvidables croquetas de gambas de Palamós o las anchoas de L’Escala con aceite de oliva, una de las delicatessen más apreciadas de todo el norte catalán.
Durante los meses de verano, el Parador cuenta además con un restaurante situado al pie de la cala ubicada bajo el edificio principal, a unos cien metros, el Mar i Vent, donde se sirven arroces y otros platos inspirados en el paisaje de la Costa Brava. Con todos estos atractivos no es de extrañar que, los huéspedes que abandonan el Parador tras pasar unos días en él, conforme su coche se desliza por la última curva de la carretera, tras la cual perderá de vista la silueta de los acantilados de Aiguablava, ya se pongan a planificar, inevitablemente, su próxima visita al Parador.
Restaurante del Parador de Aiguablava
Hoy comemos...
Como ocurre en algunas otras regiones del norte de España, la zona del Ampurdán disfruta de una selección de productos locales que mezclan lo mejor de la tierra y del mar: por un lado, la ternera de Girona y el pollo de payés de la región, que están considerados de los mejores de nuestro país. Pero es que además los pescados y los mariscos de las lonjas vecinas complementan una oferta gastronómica que asombra a miles de visitantes cada año. Con todo esto, no es de extrañar que el plato estrella del menú del restaurante del Parador de Aiguablava sea el “Mar y montaña con pollo de payés”, un guiso que mezcla varios de estos productos de proximidad y que aquí se cocina mediante un cuidado proceso de elaboración. Luis Mora, cocinero con nada menos que 27 años de experiencia frente a los fogones de Aiguablava, explica cómo se hace.
“Nuestro Mar y montaña está hecho con pollo de payés local, gambas de Palamós y sepia que se envasan al vacío y se cocinan a baja temperatura durante más de 6 horas”, nos cuenta. “La clave del plato es también la salsa, que se elabora a partir de cebolla pochadita, ajo, vino blanco y coñac flambeado, tomate, fumet de pescado y picada catalana. La picada contiene ajos, almendras, avellanas y pan fritos, con un poquito de vino y azafrán”. El resultado es un pollo jugoso que reúne lo mejor de los sabores de la Costa Brava.
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Créditos
Coordinación: Prado Campos
Fotografía: Andrés Martínez Casares