Una escapada para dormir en el palacio que fue testigo del amor de Pedro I el Cruel y María de Padilla
Con unas vistas inolvidables de la campiña sevillana y levantado en un antiguo alcázar árabe que fue convertido en el siglo XIV en el nido de amor de Pedro I de Castilla y su amante María de Padilla, el Parador de Carmona es un regalo para los sentidos para una viaje lleno de historia y estampas de ensueño
La historia se pasea por sus muros y domina las vistas desde el punto más alto de Carmona. Desde ese lugar se divisa una estampa maravillosa de la vega del río Corbones y la campiña sevillana bañada por los dorados y los rojizos del amanecer. Unas vistas que han compartido a lo largo de la historia romanos, almohades, monarcas castellanos y que hoy arremolinan a visitantes y vecinos que siguen embelesados con uno de los rincones más especiales de esta localidad andaluza. Porque en la terraza del Parador de Carmona se funde el peso del pasado con el presente con tan solo una mirada. Y de ambos tiene mucho que contar.
Dormir en el Parador de Carmona es hacerlo en un lugar cargado de simbolismo y belleza. El complejo se erige sobre un antiguo alcázar árabe del gobernador de la Cora de Qarmuna, levantado sobre una edificación anterior del siglo X, y donde el rey Pedro I de Castilla levantó un palacio en el siglo XIV que convirtió en su lugar favorito para disfrutar de sus encuentros con María de Padilla, su amante y gran amor de su vida por encima de sus dos esposas. Tanto que cuentan las crónicas que el palacio donde hoy se levanta el Parador, declarado Bien de Interés Cultural, fue “morada del amor y los placeres del Rey Don Pedro I, por cuyas puertas entraban y salían las brillantes cabalgatas que daban escolta a María de Padilla”.
Aquel lugar conservaba el esplendor andalusí y todas las comodidades necesarias para las escapadas amorosas de Pedro el Cruel, como le llamaban sus detractores, o Pedro el Justo o el Justiciero, como le apodaban sus seguidores. Dicen que el monarca prefería este palacio sobre el Real Alcázar de Sevilla (donde hoy, como curiosidad, se pueden visitar los llamados Baños de Doña María de Padilla), ya que podía visitarlo en la intimidad y evitando a la corte. Aquí se veía el rey con “la muy fermosa e de buen entendimiento e pequeña de cuerpo” noble María de Padilla, con quien tuvo cuatro hijos y que, tras dos matrimonios que consiguió que la Iglesia anulara, acabó siendo reconocida como su única esposa y reina tras morir. Hoy los restos de ambos descansan juntos en la Capilla Real de la catedral de Sevilla.
Tras ser testigo de esta historia de amor, fueron los Reyes Católicos los que años después levantaron el cubete y embellecieron las dependencias reales. Después, ya en la época de la peste de Sevilla de 1649, se convirtió en hospital y cayó en desuso tras los daños que sufrió a consecuencia de los terremotos. No fue hasta 1976 cuando se construyó su imponente Plaza de Armas y abrió sus puertas como uno de los Paradores más especiales de Andalucía manteniendo la elegancia y sofisticación de sus anteriores moradores.
“Hay una simbiosis muy especial entre el Parador y los vecinos de Carmona”
Eso se nota nada más atravesar el doble arco de herradura que da entrada al complejo. Con los restos del primigenio alcázar y del palacio a la izquierda y la imponente Plaza de Armas que da acceso al Parador de frente, el visitante ya sabe que está en un lugar especial. Pero no es hasta atravesar sus puertas donde los sentidos explotan con una decoración que recuerda a la de un auténtico palacio andalusí. El patio, con sus columnas, su fuente mudéjar y la azulejería es uno de los lugares con más encanto del Parador. Tomar el aperitivo o simplemente desconectar con un libro mientras uno se deja mecer por el sonido del gorgoteo del agua es de esos placeres que se guardan en la retina.
“Un lugar envidiable y con encanto”
Pero es, como decíamos al principio, en la terraza de su cafetería donde los sentidos (y la imaginación) vuelan solos. Punto de encuentro de huéspedes y carmonenses, la animación de este lugar compite con unas vistas imprescindibles de la vega que adquieren su esplendor al atardecer y, sobre todo, al amanecer. El madrugón merece mucho la pena. “Cuando era pequeña le llamábamos el castillito. Estaba en la zona más exclusiva de Carmona y la gente venía aquí a tomar café y echarse fotos en el balcón. De hecho, es un sitio al que vienen muchos niños de comunión y novios a hacerse fotos. Mis fotos de la comunión son en este balcón”, cuenta entre risas Isabel María Mosquera, recepcionista del Parador desde hace un año y carmonense de pro. “Como dicen los clientes, es un lugar envidiable y con encanto”, remacha.
Lo confirma Francisco Javier Moreno, director del Parador. “Hay una simbiosis muy especial entre el Parador y los vecinos de Carmona”, quienes lo sienten como suyo. Y así lo explica Laura Salgado, camarera de piso desde hace 20 años: “Yo me crie a 50 metros del Parador, lo conozco desde la primera piedra. El Parador le dio vida a Carmona, empezó a venir mucho más turismo y, además, está muy integrado en la vida del pueblo”. “Es un referente en la comarca”, añade Francisco Fernández, jefe de mantenimiento. El director remata: “El Parador es el buque insignia del turismo de la ciudad, un destino que se complementa con el grandísimo patrimonio histórico y cultural de la ciudad”.
Las recomendaciones de los que más saben...
CAMARERA DE PISO
Laura Salgado
20 años en el Parador de Carmona
JEFE DE MANTENIMIENTO
Francisco Fernández
Dos años en el Parador de Carmona
RECEPCIONISTA
Isabel María Mosquera
Un año en el Parador de Carmona
Mires donde mires el Parador de Carmona quiere transportar al visitante a su majestuoso pasado. Así, es fácil sentir cómo debía ser la acomodada vida de Pedro I y María de Padilla rodeado de los tapices y las antigüedades que llenan hoy el Salón Bermejo o entre la profusa y cuidada decoración mudéjar de pasillos y salones. Lo mismo pasa en las habitaciones, amplias y señoriales con grandes cortinajes, decoración elegantemente sobria a base de madera y terrazas que dominan las vistas de la campiña. Ideal para ver el amanecer es la terraza en esquina de la habitación 413: un lujo para compartir entre dos.
Cuentan que Carmona contaba con tres alcázares levantados junto a la muralla: el primero, en la puerta de Sevilla (visitable y con opción de subir a admirar las vistas de la localidad desde la llamada Torre del Oro); otro, en la de Córdoba y un tercero, en la de Marchena, en el punto más alto de la localidad. Ahí se levantó el conocido como alcázar de Arriba, la fortaleza almohade que Pedro I convirtió en su palacio. Las ruinas de este complejo también se pueden visitar para ver, entre otras estampas, las vistas de la vega carmonense y de la Plaza de Armas del hoy Parador de la ciudad, así como el cubete que mandaron construir, en paralelo al foso que bordea la muralla, los Reyes Católicos a finales del siglo XV. Como curiosidad: fue el primer fortín de forma ovalada dedicado a artillería que se levantó en la Península Ibérica.
Nacido en el monasterio de Santa María la Real de Las Huelgas de Burgos en 1334, Pedro I fue hijo de Alfonso XI de Castilla y de María de Portugal y el último rey de Castilla de la Casa de Borgoña. Y es precisamente a la Corona de Castilla a la que el Parador de Carmona rinde homenaje en su puerta de entrada. Dominando la Plaza de Armas y el dintel de la puerta que da acceso al Parador, se encuentra el escudo de armas cuartelado que simboliza la unión de los reinos de Castilla y León. Un guiño a la historia del monarca que hizo célebre este lugar y que resalta todavía más sobre fondo azul del cielo estrellado que da la bienvenida a los visitantes.
Otro de los lugares ineludibles del Parador de Carmona es su piscina, enclavada en medio de la naturaleza y recortada por la imponente silueta del Parador. Darse un baño aquí es sinónimo de detener el tiempo. Además esconde entre la vegetación uno de los lugares quizás menos conocidos del lugar, pero con más encanto: un pequeño torreón-mirador, tan romántico como cautivador, que se encuentra de camino a la piscina. La bella estampa que regala al caer la tarde es de las que merecen una postal, mientras se fantasea con una vida de amoríos (eso sí, con mejor final) como la que disfrutaron en este entorno Pedro I de Castilla y María de Padilla. Puro placer.
Restaurante del Parador de Carmona
Hoy comemos...
“La vanguardia de la tradición”. Así define Rafael Ávila, jefe de cocina del Parador de Carmona desde hace casi ocho años, la carta de este precioso restaurante ubicado en el antiguo refectorio con unas vistas inigualables de la vasta vega de Carmona. “Intentamos combinar lo mejor de la cocina tradicional sin perder de vista las nuevas tendencias y técnicas” y siempre, agrega, poniendo en sus platos “la cultura, la gastronomía y la tradición” hispalense. Cuenta Ávila que las carnes de ave, como la perdiz o la codorniz, y las carnes autóctonas, como el cerdo ibérico o la ternera retinta ambas 100% raza autóctona, son los platos que más demandan los clientes, con permiso de las indiscutibles sopas frías, como la ardoría carmonense, la versión del salmorejo de la zona que incluye pimiento rojo, o las espinacas con garbanzos al estilo de Carmona. Un plato perfecto para Semana Santa del que el jefe de cocina nos cuenta sus secretos.
Lo primero es cocer, por un lado, las espinacas y, por otro, los garbanzos con laurel, sal y aceite. En paralelo, se tuesta pan duro y se confitan unos ajos. Cuando estén dorados, se añade pimentón ahumado de la Vera y el caldo de cocción de los garbanzos. Se añade el pan y se trabaja hasta conseguir una textura similar a la de un salmorejo. Por otro lado, se saltean en una sartén las espinacas con aceite de oliva, se añaden los garbanzos con el pan y remata el plato con especias como cilantro seco, comino o pimienta.
Destinos con encanto para viajeros únicos
Créditos
Estrategia de contenidos: Prado Campos
Fotografía: Pablo García Sacristán