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El fotógrafo que ha llegado hasta el fin del mundo intercambiando sus instantáneas
Sin dinero y sin recursos, el toledano Kike López quiso cumplir un sueño: emprender un curioso viaje en el que para llegar hasta Finisterre solo podía con su cámara de fotos y una pequeña impresora digital. Su historia está llena de vivencias espectaculares
Kike López es un generador de cultura deslumbrante. Una persona poco convencional. Sabe conectar a distintas generaciones a través de la fotografía, el arte, la música y los sentimientos. “Para mí es esencial compartir emociones con las personas y la fotografía me ayuda a conseguirlo”, asegura. Y, para ello, su vida gira en torno a una cámara de fotos, que es su mejor arma, pero no la única. Este fotógrafo toledano vivió una experiencia increíble: cogió una cámara antigua y, por medio de hacer el trueque, ha logrado llegar hasta Finisterre, el fin del mundo según las tradiciones precolombinas.
Kike es de ese tipo de personas que tiene ideas y las lleva a cabo. Sus proyectos nunca se quedan en el tintero, aunque eso le suponga mucho sacrificio y quebraderos de cabeza: “a veces la recompensa no es conseguirlo, sino simplemente trabajar en ello”. Este fotógrafo de 34 años tiene su propia productora (www.labuitre,com). Y lleva a gala y sin complejos haber sido y ser fotógrafo de bodas, pero desde un punto de vista innovador, con una mirada única, natural y alejado de los tradicionales convencionalismos. Sea como fuere, su especialidad es sorprender siempre.
Un “influencer” en la calle sin necesidad de redes sociales
Su mente no para. Se define como una persona inquieta, pero a la que le gusta disfrutar con calma de cada momento y siempre en contacto con las personas, “porque la gente es muy interesante. Todo el mundo tiene su historia, su pasado y sus aspiraciones, y mola mucho detenerse a escucharlas”. Su último reto vio la luz hace un año y medio en Toledo y se llama “Montemos un circo” un local multidisciplinar, privado, lleno encanto y autenticidad donde reúne a artistas, músicos y cualquier persona con necesidad de desarrollar su vena cultural y de conexión con los demás.
Cree firmemente que todos tenemos un valor que aportar y por eso todo el mundo es bienvenido en su local, “gente que no sabe dónde está su espacio lo encuentra aquí, porque hacemos de todo, desde conciertos a exposiciones, encuentro de tejedoras, gamers, podcast y un montón de actividades”, recuerda.
Su iniciativa no ha pasado inadvertida en una ciudad donde el poso cultural y artístico se respira en cada rincón. En Toledo es un “influencer” en la calle, sin necesidad de redes sociales porque trabaja a la antigua usanza, sacando a la gente de todas las edades de sus casas para conectarlos entre ellos. “La cultura online está muy bien, pero hacía falta una conexión real, mirarnos a la cara y contarnos quiénes somos y lo que nos gusta hacer”. Ese afán por conectar con los demás, por aprender compartiendo, no es casual. Tuvo su origen en un reto personal que le cambió la vida.
Un homenaje a la fotografía tradicional donde lo social era importante
2020 fue un año absolutamente transformador para él. Acostumbrado a trabajar como fotógrafo, organizador de conciertos y grabando videoclips, de repente la pandemia paraliza su actividad. Es entonces cuando su mente le invita a recuperar una idea que tenía desde niño: recorrer España solo con una cámara de fotos, sin dinero, sin recursos, regalando fotos a cambio de supervivencia. De esta experiencia ha grabado “La Ruta Minutera”, un documental basado en una experiencia real que el fotógrafo vivió en plena pandemia y que le ha permitido vivir un sueño: hacer un viaje viviendo solo de la fotografía.
Sin pecar de filosófico ni trascendental, asegura que recorrer España sin prisa y sin ambiciones, solo regalando lo que mejor sabe hacer, fotos, le enseñó dos cosas importantes, “que lo único que necesitan las personas para ponerse en el lugar el otro es tiempo para escucharse, y que compartir da valor y multiplica el aprendizaje”. La persona que se fue y la que volvió no fue la misma: “Incluso adopté un perro por el camino, algo que no entraba en mis planes, ‘Vega’ que es uno de los amores de mi vida junto con mi novia”. Al volver a casa después de esta experiencia decidió no olvidar lo que había aprendido y ponerlo en práctica: “Por eso monté un local multidisciplinar e intergeneracional donde todo el mundo pudiera expresarse”.
Ser esencial pero “cool”
Para personas inquietas como Kike, es vital tener cubiertas sus nececiades para poder centrarse en lo importante y en lo que le gusta. Por ello, uno de los coches que mejor se adaptan a esta filosofía es el Dacia Spring. Un modelo 100% eléctrico que permite hacer lo que realmente te gusta (y necesitas) sin grandes desembolsos. Fiel a los códigos de la marca, este vehículo urbano te ofrece un nuevo placer de conducción durante tus trayectos diarios.
Kike llevaba muchos años organizando encuentros de artistas. “Y con esa experiencia previa me sumergí en la locura de abrir un local diferente, donde la gente puede venir a trabajar, estudiar, dar conciertos, clases, vender su arte, exponerlo, dar clases de foto, cerámica, monólogos, yoga, teatros, debates…”, apunta este fotógrafo que desea inocular su pasión a todas las personas que le rodean.
En su local reúne distintas generaciones, por ejemplo, mujeres que hacen punto con jóvenes `gamers´, mientras al lado alguien recita un poema en un escenario de talento libre, ¿por qué no? Rompe los esquemas sacando a las diferentes generaciones de su contexto predeterminado. “Es una mezcla divertida y muy necesaria. La gente mayor tiene sabiduría y los jóvenes empujan y se retroalimentan. Cuando veo eso circulando a la vez me emociono, pienso que ha valido la pena el esfuerzo”.
“Todo el mundo sueña con tener un bar y mi sueño era tener un local cultural”
Kike López
En el documental de “La Ruta Minutera”, Kike viajaba con una cámara digital. Sin embargo, quiso ponerle ese nombre como homenaje a los fotógrafos minuteros del siglo XIX. Estos antiguos artesanos solían ubicarse en sitios turísticos para ofrecer, a cambio de unas monedas, una fotografía revelada en unos “minutos” gracias a una caja de madera que trabajaba sin tecnología, solo con luz, líquidos y tiempo, algo que resultaría impensable hoy en día. “Durante esos minutos que tardaba en salir la foto, los fotógrafos daban ‘palique’ a la gente para que no se aburrieran”, comenta Kike con admiración hacia su desempeño.
Por casualidad, en su viaje documentado recorriendo España, conoció a un verdadero minutero con el que entabló amistad, y al estrenarse el documental, le regaló de manera inesperada una verdadera cámara minutera. Kike se quedó perplejo y agradecido. Y en su afán por compartir y poner la cultura al alcance de todos decidió que esa cámara no se iba a quedar como objeto de exposición ni guardando polvo…
“Me enseñó a usarla y la saco a pasear por Toledo siempre que puedo…. En cuanto la ven aparecer la gente se me acerca, quieren saber cómo funciona, entablo conversaciones con ellos, les hago una foto, se la regalo y es otra forma de compartir cultura y conocer a los demás”, señala.
Para Kike la fotografía tiene un poder especial que defiende con inusual romanticismo, “con menos, una simple imagen, consigues mucho más. Aunque un vídeo parece más real, la foto te lleva a lugares emocionales concretos y te evoca lo que sí viviste sin manipulación. Deja recuerdos más imborrables”.
Kike recuerda una anécdota vivida en “La Ruta Minutera” que aún le emociona: “fuimos a una residencia de ancianos y a un ancianito le preguntamos por su vida y en un momento dado le preguntamos por su mujer y nos dijo que le estaba esperando en la habitación. Subimos y allí no había nadie y entonces nos enseñó la foto que tenía en su mesilla. Nos dijo que para él seguía allí, acompañándole, porque estaba en la foto. Que una foto signifique que alguien sigue existiendo, es un gran poder. Por eso amo la fotografía”. Generoso, comprometido, pragmático y seguro de sí mismo. Así es Kike López, un fotógrafo diferente, que vive su vida libre pero en conexión con los demás.
De la poesía, de los negocios, del mundo rural o de la familia se extraen las historias que nos muestran el camino para una vida plena
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Además, aúna la agilidad de un vehículo urbano con la solidez de un SUV e impone su estilo aventurero. Con sus 4 auténticas plazas y su espacio a bordo modulable, también te ofrece lo mejor de las tecnologías Dacia.
Créditos
Idea original: Alessandro Marra
Gestión de proyecto: J.M. Sánchez
Diseño UI y Dirección de Arte: Alessandro Marra
Maquetación: Pelayo Trives
Responsable de producción audiovisual: Delia Blesa