Santo Estevo, el monasterio con una leyenda (y nueve anillos milagrosos) donde pasar un noche única
En el corazón de la Ribeira Sacra y enclavado en medio de la exuberante naturaleza que conforma el cañón del río Sil se erige imponente el monasterio de Santo Estevo, convertido hoy en un Parador, único testigo de un pasado esplendoroso y milagroso
Podríamos empezar hablando del esplendor natural que le rodea, de las joyas artísticas que esconde y de los milagros que han acompañado a este lugar en sus más de 10 siglos de historia y aun así nos quedaríamos cortos. Santo Estevo no es solo uno de los monasterios más importantes de Galicia sino que, además, es un lugar mágico, a tenor de las leyendas que le rodean. Este monasterio, que acoge desde 2004 un imponente Parador, calificado durante varios años como el mejor de la red por los clientes, tuvo tal esplendor en la Edad Media que se convirtió en un lugar de peregrinación gracias a una mágica leyenda que hoy sigue más vigente que nunca. Bienvenidos al Parador de los anillos.
Cuentan las crónicas que el monasterio benedictino de Santo Estevo de Ribas del Sil, enclavado entre la frondosa vegetación de la Ribeira Sacra y con unas vistas privilegiadas de los cañones del río Sil, se creó en el siglo VI por San Martín Dumiense, pero no hay evidencias escritas hasta el 12 de octubre del año 921, cuando Ordoño II autorizó al abad Franquila a su reconstrucción para crear un monasterio. “Fue tan importante como lo pudiera ser Santiago porque entre los siglos X y XI aquí se retiraron nueve obispos santos que convirtieron a la Ribeira Sacra en un lugar sagrado”, explica con pasión Miguel Castro, director del Parador.
Caminantes y peregrinos acudían hasta este lugar atraídos por la leyenda que decía que dentro de las paredes del monasterio acontecían milagros gracias a los nueve anillos de estos obispos que se refugiaron en el cenobio hasta el fin de sus días. Entre las curaciones atribuidas a las sortijas de Isaura, Vimarasio, Gonzalo, Osorio, Fraolengo, Servando, Viliufo, Pelayo, Alfonso y Pedro se contaba, por ejemplo, la de una niña ciega de nacimiento o la de un tullido que llevaba en cama más de un año. De este modo, los nueve anillos mágicos convirtieron Santo Estevo en un lugar místico asociado a una leyenda que, como pasa con las viejas historias, durmió paciente en la neblina de los años… hasta 2020.
Los obispos murieron y fueron enterrados en el muro que comparten la iglesia adosada al monasterio (hoy parroquia de Nogueira de Ramuín) y el claustro y, posteriormente, sus restos fueron trasladados a dos relicarios colocados en los laterales del altar mayor (cuatro a la izquierda y cinco a la derecha). Sin embargo, un miércoles de noviembre de 2020, en plena pandemia, mientras Vania López Arias, restauradora de la Diócesis de Ourense, se afanaba por devolver a la vida las pinturas tardogóticas que se escondían bajo la cal tras ambos relicarios, el pasado volvió al presente.
Unos meses antes, en verano, María Orduña publicaba El bosque de los cuatro vientos (Destino), una novela sobre la búsqueda de los anillos mágicos de Santo Estevo. Y, como también suele pasar, la realidad superó la ficción. “Desmontamos los relicarios para restaurar las pinturas y al levantar las tapas e ir sacando los restos de los obispos, en el segundo casillero del relicario del lado izquierdo, apareció una bolsa más recóndita con una decoración diferente con hilo de cobre bordado. Dentro nos encontramos con cuatro anillos y dos documentos”, relata Vania López Arias. “Estos quatro anillos son de los que quedaron de los nueve Santos Obispos. Son los que han quedado. Los demás desaparecieron. Por ellos se pasa agua para los enfermos y sanan mu[chos]”, rezaba una de las notas.
“¿Mi reacción? Estaba alucinada. No puedo describir qué sentí, pero sí pensé que no podía ser posible… hasta ver los documentos”. Los cuatro anillos están actualmente en la catedral de Ourense, donde un equipo del CSIC los está analizando. Se ha constatado que son medievales, explica la restauradora, y se siguen estudiando para concretar la datación. “Fue un boom porque todo lo que había sido una leyenda de la gente de la zona se convertía en una realidad”, afirma Miguel Castro. Los relicarios con los restos de los nueve obispos volverán a la iglesia cuando terminen los trabajos de restauración del templo instalados en unos brazos móviles que permitirán, explica López Arias, admirar el conjunto que conforman con el retablo de Juan de Angés (XVI), así como las pinturas murales de los siglos XV y XVI que se escondían tras ellos.
UN AUTÉNTICO MONUMENTO
Si la leyenda hizo de Santo Estevo en la Edad Media, y lo vuelve a hacer ahora, una visita indispensable, lo que se encuentra el visitante, más allá de místicas, es una profusión artística de gran belleza rodeada de una naturaleza exuberante que invita a la desconexión y el relax. El monasterio, declarado Monumento Histórico Artístico, es una de esas joyas que merecen una visita sosegada que, además, se vive en toda su plenitud al caer la noche paseando entre sus claustros o admirando las vistas de la Ribeira Sacra desde su magnífico jacuzzi exterior.
“Estamos ante un hotel monumento”, explica Miguel Castro delante de la magnífica fachada barroca (siglo XVIII) que recibe al visitante. Pero la auténtica sorpresa llega en el interior del cenobio en forma de tres impresionantes claustros. El primero de ellos, “el corazón del monasterio”, matiza el director del Parador, es el Claustro dos Cabaleiros, obra de Diego de Isla. Es una de las muestras de arquitectura renacentistas más profusas de Galicia, de la que aún se conservan tres de sus cuatro fachadas originales. La última ha dado paso a una bonita cristalera que, al caer la noche, se ilumina dotando al conjunto de un precioso (y oportuno) halo misterioso. En torno a este claustro se distribuían las celdas de los monjes y hoy lo hacen las habitaciones, con una cuidada decoración donde la madera y los tonos cálidos se combinan con elementos de vanguardia y sostenibles (todas las habitaciones son 100% libres de plástico de un solo uso y utilizan electricidad 100% renovable) para generar un conjunto que respira historia, pero también elegancia y sofisticación.
Desde aquí se pasa al que, sin duda, es la auténtica obra de arte del Parador de Santo Estevo: el Claustro do Bispos. De los siglos XII-XIII, es el más antiguo del monasterio y se creó para exaltar la memoria de los nueve obispos santos. Antiguamente albergaba un jardín y una fuente (trasladada a la Plaza del Hierro de Ourense) y hoy es un extraordinario ejemplo arquitectónico donde conviven los estilos gótico, en el nivel superior, y románico, en el inferior, con arquerías apoyadas sobre columnas gemelas con capiteles de gálibo decorados. Aviso: preparen sus móviles. “Sin duda, es la reina de las joyas del monasterio”, asegura Castro sonriente. En verano su magia crece más si cabe porque acoge conciertos y recitales. Nombres como Carlos Nuñez, José Mercé o, recientemente, el pianista Fabio Álvarez han probado su extraordinaria acústica.
Este claustro se comunica con el de Viveiro, también renacentista y obra de De Isla. Es otro de esos lugares especiales que mantiene intacta la esencia del pasado entre sus arcos de medio punto. No es difícil imaginarse, donde hoy vemos el patio, la piscifactoría donde los monjes mantenían el pescado traído del Sil o el Miño, desde salmones a truchas, sábalos, anguilas o lampreas. Al lado se encuentra también la cocina, que mantiene intacta el tiro de su gran chimenea, los tornos y los lavaderos, cuya agua se vertía directamente a la huerta de los monjes. “Eran muy eficientes energéticamente”, matiza Castro.
``Estamos ante un hotel monumento``
El recorrido por el Parador de Santo Estevo prosigue por el Salón dos Monxes, la antigua enfermería del monasterio donde se reunían los peregrinos; las antiguas caballerizas, que hoy acogen al restaurante Dos Abades; la preciosa Escalera del Honor, un magnífico ejemplo del granito gallego en la que los obispos recibían a los nobles; o el Salón Quitapesares, antiguamente enfermería y hoy un salón social que da acceso a uno de los lugares más ideales del monasterio: una terraza donde relajarse con unas vistas privilegiadas de los cañones del Sil y los bosques de castaños y robles y donde los monjes tomaban sus baños de sol. “Es la mejor vista de toda la Ribeira Sacra”, confirma Castro.
Si los monjes descansaban aquí y se recuperaban de sus dolencias, no es de extrañar que otro de los lugares más magníficos del monasterio donde recomponer cuerpo y mente se encuentre en este lugar. Hablamos del jacuzzi exterior de este Parador donde arte y wellness se dan la mano convirtiéndolo en un lugar ideal para desconectar y cuidarse. Junto a él se encuentra el spa, ubicado en las antiguas bodegas de los monjes: la zona de baños era el lugar de los vinos tintos y la de relax con las tumbonas térmicas o la sauna, la de los blancos.
Estos datos nos los da Lolo Pombal, oficial de mantenimiento del Parador y, sobre todo, testigo de su historia. No sólo porque él estudió aquí cuando el monasterio, tras abandonarse con la desamortización de Mendizábal, se convirtió en una escuela de niños y niñas sino también porque su padre fue el último guardés del monasterio, que se encargaba de enseñárselo a los turistas que llegaban hasta este remoto lugar gallego, y su madre abrió una pequeña cantina para darles avituallamiento. “Soy un enamorado de la tierra y la aldea”, explica mientras señala la casa familiar que se ve perfectamente desde los claustros del Parador. “Nos gustó que abrieran el Parador y que el monasterio no fuera a menos. Para los que amamos la tierra, nos encantó”, añade mientras recuerda cómo eran los claustros sin techumbres y repletos de nidos de pájaros o cómo de chaval asustaba a los visitantes. “Siempre ha habido magia en este lugar”, dice con suspense.
Las recomendaciones de los que más saben...
GOBERNANTA
Raquel Gutiérrez
19 años en el Parador de Santo Estevo
OFICIAL DE MANTENIMIENTO
Lolo Pombal
19 años en el Parador de Santo Estevo
JEFA DE RECEPCIÓN
Tamara Carballo
Cinco meses en el Parador de Santo Estevo
EL EMBLEMA DE LA RIBEIRA SACRA
Lo cierto es que la llegada del Parador, que el año que viene cumplirá su 20 aniversario, ha sido el gran revulsivo para la Ribeira Sacra. La historia del monasterio, el magnífico entorno natural con un sinfín de posibilidades para los amantes de la naturaleza y la conjunción de patrimonio, descanso y bienestar del Parador han convertido a la zona en un polo turístico que recibe a miles de turistas cada año. “De pequeño esto siempre había sido un monasterio abandonado al que nunca se venía. Era una zona olvidada que no se conocía lo suficiente. Ahora sí se conoce, pero creo que mucho más fuera de Galicia que dentro”, reflexiona el ourensano Xacobo García, jefe de cocina.
Santo Estevo fue en su época de esplendor no solo un lugar de peregrinación sino también un gran ejemplo de la vida monacal. Aislados del mundanal ruido, los monjes crearon en este cenobio una auténtica ciudad equipada con las mejores comodidades y muy eficiente. Además de un complejo sistema de ingeniería para canalizar el agua por tuberías directamente hasta el monasterio (el recuerdo de alguna aún se puede ver en los claustros) o de tener preferencia en la pesca en los ríos Sil y Miño, también contaban con su propio bosque. Hoy se puede recorrer en agradable paseo donde se pueden ver, por ejemplo, los antiguos hornos (separados de la cocina para evitar incendios) donde cocían pan y en el que es fácil imaginar esa vida de recogimiento y paz que tantos anhelamos diez siglos después.
Los nueve obispos santos (llamados así aunque nunca fueron canonizados) fueron y siguen siendo el emblema de la historia de Santo Estevo. Lo recuerda el escudo con las nueve mitras que corona, entre otros, la Escalera del Honor o la magnífica portada del Parador. Frente a él, en la fachada se puede ver también el escudo de la Congregación de San Benito de Valladolid, que en 1499 se encargó del monasterio hasta 1530, cuando pasa a funcionar como Colegio de Artes. Encima están las imágenes de San Franquila y San Benito, en recuerdo de las dos comunidades eclesiásticas que habitaron el cenobio en sus tiempos de esplendor. Otra de las curiosidades del lugar nos la encontramos también frente a la fachada: la iglesia tiene adosado en su entrada un pequeño cementerio que sigue funcionando como camposanto de la parroquia.
“¿Quién conocía la Ribeira Sacra hace 20 años? Muy poca gente fuera de la comarca. La llegada del Parador la puso en el mapa”, añade Raquel Gutiérrez, leonesa de nacimiento y ourensana de adopción ya que lleva trabajando en este Parador desde su apertura. Miguel Castro confirma ese “efecto Parador” en la zona en el desarrollo económico y turístico de la zona. “El objetivo de Paradores es potenciar el turismo donde no había y Santo Estevo es un fiel reflejo de ese concepto. La Ribeira Sacra estaba dada la espalda en Galicia. El interior de la región era el gran desconocido y gracias a los paradores de Santo Estevo y Monforte de Lemos se ha puesto en valor una zona que atrae a muchos turistas y que tiene grandes valores como la DO, innumerables servicios, un entorno impresionante… La Ribeira Sacra tiene una forma de vida hoy que era impensable hace 30 años”.
Restaurante Dos Abades
Hoy comemos...
Situado en las antiguas caballerizas del monasterio y bajo una espectacular bóveda de piedra de 14 metros de altura, los sentidos se cultivan en el restaurante Dos Abades del Parador de Santo Estevo con profusión. Las vistas del frondoso bosque de robles y castaños que rodea al lugar acompañan a una carta que es una oda a la cocina de la Ribeira Sacra. “Buscamos la esencia de la Ribeira Sacra, pero siempre con nuestro punto de vista. Nuestra seña de identidad es el uso de productos de cercanía”, explica Xacobo García, que trabajó durante cuatro años en las cocinas de este restaurante hasta que hace poco más de un año se convirtió en su jefe de cocina. Por eso, explica, en su carta no faltan productos kilómetro cero como las castañas, tanto en sus versiones saladas y dulces, la ternera gallega, el cerdo alimentado con castañas, los quesos locales artesanos y, cómo no, los vinos de la Ribeira Sacra. Tampoco, agrega, los mariscos y pescados de la ría gallega.
Con estos productos, la propuesta gastronómica es de altura. Si, como confirma García, las vieiras gratinadas a la gallega y la croca de ternera gallega IGP son los platos más solicitados, tampoco faltan otras delicias como las volandeiras, una excepcional costilla de ternera, la lubina o el rodaballo y postres ourensanos como la bica o la tarta de castaña. “Estamos muy orgullosos de lo que nos ofrece la tierra y de los proveedores locales. Nuestro objetivo es contribuir a traer al día de hoy la gastronomía local”, añade el director del Parador, Miguel Castro.
Destinos con encanto para viajeros únicos
Créditos
Estrategia de contenidos: Prado Campos
Fotografía: Andrés Martínez Casares