De Fernando VII a Carlo Ancelotti: el atractivo castillo de Sigüenza (con fantasma incluido) donde quedarse a dormir
Cuentan que por la noche se escuchan entre los muros del castillo de Sigüenza los sollozos de doña Blanca de Borbón y las cadenas del obispo guerrero Bernardo de Agén. Esta fortaleza del siglo XII alberga hoy el Parador de la localidad alcarreña, un lugar histórico por el que han pasado reyes, obispos, famosos como Ancelotti, Marlon Brando o los protagonistas de Traitors (HBO) y donde empezó a gestarse la Constitución española
¿Qué sería de un castillo sin su fantasma? Que perdería toda su magia. Por eso, el castillo de Sigüenza (dicen) no tiene un fantasma, sino dos. Y, además, ha sido escenario de batallas y de rodajes, por allí han pasado personajes ilustres de todos los tiempos e incluso entre sus muros se reunieron los parlamentarios que, provistos de litros y litros de café, empezaron a gestar la Constitución española. Revivir todo ese pasado y, de paso, dormir en sus elegantes habitaciones hoy es posible porque esta fortaleza medieval del siglo XII, construida sobre una antigua alcazaba árabe del siglo VIII, alberga al Parador de Sigüenza, un lugar tan único como su historia.
Podríamos empezar este recorrido contando que el castillo alcarreño fue usado como residencia episcopal desde 1123, cuando el obispo guerrero Bernardo de Agén se lo arrebató a los musulmanes en la reconquista, hasta mediados del siglo XIX. Cardenales tan célebres como Mendoza, Cisneros o Fernando de Luján vivieron en esta fortaleza reconvertida en palacio. Los Reyes Católicos, Fernando VII y su séquito, Carlos de Austria y doña Blanca de Borbón también pasaron por este castillo.
Si viajamos hacia el presente, han paseado por sus salones y pasillos personajes ilustres como Marlon Brando, que en 1992 rodó aquí Cristóbal Colón: El Descubrimiento (el actor no durmió en el castillo ni en Sigüenza, fue una de sus exigencias de rodaje, pero sí dio vida entre sus paredes a Torquemada en el filme de John Glen), Pilar López de Ayala durante el rodaje de Juana La Loca o Sergio Peris Mencheta y todo el equipo de Traitors, el programa de HBO. Antes, en agosto de 1977, aquí se reunieron una veintena de políticos como Alfonso Guerra o Gregorio Peces-Barba para empezar a gestar la Constitución española, que después se firmaría en el Parador de Gredos. «Allí debatimos y redactamos nuestra propuesta constitucional, lo que tuvo una enorme importancia, dado que más tarde en la ponencia los representantes de la UCD no acostumbraban a escribir textos concretos y siempre estaban presentes nuestros textos», recordaba Guerra en su libro de memorias Cuando el tiempo nos alcanza. Tampoco es difícil ver en el Parador a Carlo Ancelotti, ya que la mujer del técnico del Real Madrid tiene raíces familiares seguntinas y visitan con regularidad a la Ciudad del Doncel.
Pero antes que todo esto hay que hablar de sus más célebres moradores, responsables de que se escuchen por los pasillos del Parador, asegura la leyenda, sollozos y el sonido de unas cadenas arrastrándose por el suelo. El fantasma más famoso del castillo de Sigüenza es el de doña Blanca de Borbón, la que fuera esposa de Pedro I de Castilla, más conocido como Pedro el Cruel. En 1355, a los pocos días de su boda, el monarca la encerró en las mazmorras del castillo de Sigüenza para deshacerse de ella mientras mantenía su romance con su amante María de Padilla y que no ayudara a los nobles que querían levantarse contra él. Estuvo cuatro años presa en esta fortaleza y después fue enviada a Medina Sidonia donde fue asesinada de un ballestazo o, como cuentan las malas lenguas, envenenada por orden del rey. Dicen que su espíritu volvió a este castillo para vagar entre sus muros y, de ahí, que se escuche (o algunos escuchen) llorar a la joven, más conocida como la dama de blanco. El Parador ha conservado una celda del siglo XVI con un escritorio y una silla para rememorar su encierro, situada en uno de los laterales del llamado salón doña Blanca, donde hoy se celebran eventos.
“Nunca he visto fantasma alguno”, reconoce Samuel Lozano, recepcionista del Parador. Él explica que también se habla de que, al caer la noche, se escuchan cadenas que podrían ser de Bernardo de Agén, el obispo que tomó el castillo y fue su primer morador. Sea como sea, lo que sí puede visitarse es su tumba en la Catedral de Sigüenza. “Yo nunca he encontrado un fantasma. Ya sabes, forma parte de la historia y la leyenda del Parador”, reconoce Isabel Poyo, lavandera seguntina que lleva 23 años trabajando entre sus paredes.
“Sí reconozco ciertas manías cuando haces noches como no mirar los espejos o para atrás, no vaya a ser”, agrega Lozano entre risas. Lo que sí es cierto, confiesan los trabajadores del Parador, es que este halo de misterio que rodea al lugar atrae a muchos visitantes, como el televisivo Íker Jiménez, que ha frecuentado varias veces y rodado programas en el castillo, y es una pregunta recurrente por parte de los huéspedes.
ESPLENDOR MEDIEVAL
Más allá de leyendas, el Parador de Sigüenza, cuyo perfil domina desde la colina toda la ciudad, es un lugar muy especial. “Sigüenza es una ciudad que cautiva en todos los sentidos. Lo primero con la vista, con el conjunto que forma el castillo, la Catedral y las callejuelas medievales; con el aroma a su pinar; el tacto a piedra y arenisca de sus casas; el gusto con una gastronomía que tiene sus raíces en la caza, las setas, la lavanda, la miel o sal y con el sonido del repique de las campanas de su Catedral e iglesias”, explica Fernando Tizón, enamorado de su ciudad y del Parador que dirige, al que está muy ligado no solo porque empezó su carrera haciendo prácticas aquí sino porque, además, su mujer es la hija del jefe de obra que se encargó de la restauración del castillo para convertirlo en Parador en los años setenta.
“En Sigüenza estamos muy orgullosos de nuestro castillo”
El castillo fue destruido, comenta Tizón, en la Guerra Civil. “Se quedó prácticamente en escombros”, explica frente a unas fotografías que dan cuenta de su evolución. “Solo sobrevivieron la estructura, el pozo del patio, la capilla y la celda de doña Blanca”, agrega. Hoy el Parador, tras una acertadísima restauración, conserva toda su esencia medieval con una decoración castellana, tan cuidada como sobria, en la que no faltan arcones, armaduras, tapices y camas con dosel.
Su distribución se divide en dos: la zona de eventos, con el salón y celda de su moradora más ilustre, y la residencial. En esta, destaca su patio empedrado, antiguo Patio de Armas y hoy uno de los lugares más encantadores del castillo para desconectar y tomar algo, así como la capilla románica del siglo XII y el llamado Salón del Trono, donde, según las crónicas existentes, Isabel la Católica y los obispos tenían sus audiencias. Hoy es un imponente comedor decorado con tapices y una chimenea renacentista. Su artesonado original se conserva en la Catedral seguntina. Una curiosidad (e incluso un juego si van con niños) que explica Víctor Parilla, creador de Sigüenza Visitas Guiadas junto a Jorge Sopeña y responsable de estos tours que, entre otros, cada día se pueden hacer en el Parador para conocer a fondo su historia: busquen las huellas de gato que se esconden en su suelo de barro.
Es el vestigio más antiguo del castillo de Sigüenza. En lo que sería el antiguo Patio de Armas, hoy convertido en un coqueto y agradable patio interior del Parador, sobresale un pequeño pozo tallado en piedra que concita todas las miradas y los clics de las cámaras de fotos. El director del Parador seguntino explica que el pozo tiene 25 metros de profundidad y surtía al castillo gracias al nivel freático de las aguas de la zona. No solo indica el punto más alto de la localidad alcarreña, sino que, como no podía ser de otro modo en este lugar, las leyendas también cuentan que debajo de él estaban instaladas las mazmorras del antiguo castillo. Otras dicen que se comunicaba bajo tierra, por unos pasillos abovedados, con la Catedral de Sigüenza. ¿Retumbarán también en su interior los lamentos de Doña Blanca?
Uno de los lugares más especiales y mejor conservados del Parador de Sigüenza es la capilla románica del siglo XII. Accediendo desde la planta baja o desde la primera por lo que antaño era un estrecho ventanal, esta capilla combina elementos románicos con influencias del císter que los primeros obispos trajeron a la Ciudad del Doncel tras la reconquista. Destaca su cabecera, un muro de entre 2-3 metros que se apoya directamente sobre el muro del castillo, orientándola hacia el amanecer, y donde se puede ver una copia de un retablo gótico de la familia Ayala. Una de las curiosidades que alberga, más propia de los elementos góticos, son sus vidrieras rojas y azules, los colores del escudo de Sigüenza.
“En Sigüenza estamos muy orgullosos de nuestro castillo”, coinciden Tizón y Parrilla. Lo cierto es que a él le deben mucho de lo que es hoy la ciudad guadalajareña porque tras ser destruido en la Guerra Civil, cae en el olvido hasta que se decide hacer un Parador de Turismo, reconstruyendo su forma original, que se inaugura en 1976. “Sigüenza no se puede entender sin el Parador, ni la ciudad ni su evolución turística, gastronómica y hotelera. En los años setenta había unas 10 ventas y cinco hospedajes en la comarca. Hoy hay más de 100 hoteles y 50 restaurantes y el Parador acoge a entre 20.000 y 30.000 clientes anuales, un flujo de visitantes constante que repercute en toda la ciudad. Por ejemplo, cuando en 1992 cerró el Parador para hacer reforma, la facturación de la ciudad bajó en torno a un 30%”, explica el director del Parador.
Las recomendaciones de los que más saben...
RECEPCIONISTA
Samuel Lozano
Siete años en el Parador de Sigüenza
CAMARERA
Beatriz Ortega
Ocho años en el Parador de Sigüenza
LAVANDERA
Isabel Poyo
23 años en el Parador de Sigüenza
«La verdad –remacha Fernando Tizón– es que estamos viviendo un momento muy dulce», porque la Ciudad del Doncel no solo atrae a los visitantes por su pasado medieval, sino también a los amantes de la cocina. «Gastronómicamente, Sigüenza es la segunda ciudad más visitada de Castilla-La Mancha, tras Toledo, gracias a una cocina que sabe juntar tradición y oferta de altura con dos restaurantes con estrella Michelin: El Doncel y El Molino de de Alcuneza». “El Parador es el motor de Sigüenza, fue el impulso de la localidad. Si no fuera por él, no tendríamos ni la mitad de lo que tenemos. Tendríamos un castillo en ruinas y Sigüenza no hubiera sido ni una cuarta parte de lo turística que es”, analiza Lozano, otro seguntino orgulloso de su tierra.
Lo cierto es que ya sea por el magnetismo de su castillo, por el imponente patrimonio artístico de la Catedral (desde la estatua funeraria del Doncel hasta sus retablos y capillas), por recorrer las callejuelas medievales que suben, pasando por la encantadora Plaza Mayor, hacia al Parador o por su gastronomía, Sigüenza es una ciudad perfecta para una escapada en cualquier época del año. Eso sí, este mes de julio (el segundo fin de semana) eclosiona en las Jornadas Medievales, que recrean el asalto al castillo de los seguntinos de 1297, cuando los vecinos lo reconquistaron después de que los partidarios del aspirante al trono Alfonso de la Cerda lo tomasen, y la leyenda de doña Blanca de Borbón. Quizás se la encuentren…
Restaurante del Parador de Sigüenza
Hoy comemos...
Si de algo puede presumir el restaurante del Parador seguntino es que aquí se saborea el pasado y presente de Sigüenza y la comarca. Su carta, pensada y elaborada con cariño por Rubén Urbano, despliega con acierto los productos más típicos de esta tierra en un equilibrio perfecto de tradición y técnicas de vanguardia. Sus platos saben a miel alcarreña, a lavanda de Brihuega, a sal de Imón y Saelices, dos de las míticas salinas (la última recuperada recientemente por el ayuntamiento de Saelices de la Sal y visitable) que enriquecieron la zona en sus años de esplendor, a trucha, caza, setas, cabrito, quesos de Brihuega e Hita, panes hechos artesanalmente con harinas de trigos recuperados de la zona… Una cocina de cercanía que se enorgullece de sus raíces, como explica el jefe de cocina, y, sobre todo, “comprometida con los productores locales”.
Las estrellas de la carta del restaurante del Parador son, confiesa Urbano, “las croquetas, las migas alcarreñas, el bacalao y el cabrito”. No se puede renunciar a este último aromatizado con hierbas de la Sierra Ministra, como tampoco al bacalao al estilo Trijueque, una localidad cercana que históricamente contó con un secadero de congrios y bacalaos, ni a los impresionantes postres caseros que despliegan una profusión de aromas y sabores que transportan al campo guadalajareño. Ante este despliegue no es de extrañar que la Ciudad del Doncel se haya convertido en los últimos años en una parada de mesa y mantel obligada: junto a los restaurantes más tradicionales que se despliegan por los soportales de la Plaza Mayor y la cuidada carta del Parador, la ciudad cuenta además con dos restaurantes con estrella Michelin (El Doncel y El Molino de Alcuneza). Dos consejos más para visitantes: no duden en llevarse a casa sal de Saelices y algunos de los panes de la panadería Gustos de Antes, que surte al Parador, y no renuncie a un aperitivo 100% local con fino seguntino (bebida típica hecha con gaseosa, vermú y espuma de cerveza) y perdigacho (una tapa de anchoa sobre pan con tomate o alioli).
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Créditos
Estrategia de contenidos: Prado Campos
Fotografía: Andrés Martínez Casares