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Del lienzo en blanco a un mundo nuevo: la pintura y el instinto

Si Félix Azpilicueta hizo oídos sordos a todos aquellos que dijeron que su vid no iba a crecer, los dos protagonistas de hoy también siguieron su camino y llegaron a alcanzar la inmortalidad. Y todo gracias al instinto

Antonio Bret

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El ser humano es capaz de cosas maravillosas. Piensa en esto la próxima vez que vayas a un museo y observes un cuadro. ¿Eres consciente de que lo que ves delante de ti lo ha creado una persona?, ¿que antes de que el talento del artista comenzara a dar frutos y los movimientos acompasados de sus manos acabaran dando como resultado esa imagen arrebatadora que observas y que era un lienzo en blanco?

Hay niños y niñas que en lugar de un pan bajo al brazo nacieron con un pincel. Un peligro, sin duda: ¿cuántas veces las paredes su casa no habrían acabado pintarrajeadas sin parar? Adolescentes que miran al cielo, pero en lugar de levantar la cabeza, sostienen la mirada frente al lienzo, imaginando otras vidas, abriendo una ventana posible a otros mundos, plasmando todo lo que su corazón tiene que ofrecer y haciendo, cómo no, oídos sordos a todos los que dicen que ‘de eso no se vive’.

Porque querer dedicarse a la pintura no entiende de normas, juicios ni valores. Tiene que ver con algo que se siente muy dentro, es una energía que traspasa lo corporal, la necesidad de expresarse más allá de las palabras. Tiene que ver, indudablemente, con eso que llamamos instinto.

El instinto y la pintura: una amistad inquebrantable

Desde muy pequeña, Frida lo tuvo todo en contra. No ya solo por haber nacido mujer en 1913, sino por padecer una poliomielitis que la postró en cama casi un año y le dejó secuelas permanentes de por vida. Como parte de su rehabilitación, y desoyendo las voces tradicionales de cómo debía comportarse una mujer en aquella época, empezó a practicar deportes como el fútbol o el boxeo.

Sin embargo, la vida iba a seguir poniéndoselo difícil. Con tan solo 18 años, un tranvía la arrolló y su columna vertebral se rompió en tres partes. Esto ocurrió en 1925. Dos años después pintó su primer cuadro, Retrato de Alicia Galant. No sería este el único retrato que hiciera durante su carrera. Ella misma dijo que pintaba autorretratos porque estaba gran parte del tiempo sola y ella era la persona que mejor se conocía. ¿Existe un ejemplo más bonito de lo que significa ‘seguir el instinto’?

El resto, como todos sabemos, ya es historia: Kahlo se nutrió de los acontecimientos de su vida para cimentar una de las obras artísticas más importantes de la Historia Universal. Vivió de manera apasionada hasta el fin de sus días y ha trascendido a la mera categoría de pintora. Frida Kahlo se convirtió en un símbolo inmortal de la tenacidad, la superación personal y cómo el instinto puede con todo.

Siguió el camino que su instinto le había marcado desde su propio nacimiento

Ahora, nos vamos a retrotraer mucho más en el tiempo. Concretamente, hasta el siglo XV. En 1475, en Caprese, un pueblecito de la Toscana italiana, nació Michelangelo Buonarroti. Buonarroti supo desde que era muy pequeño que lo suyo era el arte. Sin embargo, su padre tenía otros planes para él. En aquella época, ser artista no estaba para nada bien visto. Estaba considerado más bien un oficio, y ni siquiera uno del que estar orgulloso. 

Por eso, su padre le obligó a estudiar gramática. ¿Qué era esa tontería de querer ser artista? Esto era algo indigno de la familia: los antecesores de Michelangelo habían ocupado importantes cargos públicos. ¿Cómo iba a permitir un padre que su hijo se quisiera dedicar a algo tan indigno e impropio del linaje familiar?

Sin embargo, Michelangelo Buonarroti, el que ahora todos conocemos como Miguel Ángel, tenía claro lo que quería en su vida y, contra todo pronóstico, consiguió convencer a su padre, y siguió el camino que su instinto le había marcado desde su propio nacimiento. “Juntamente con la leche de mi nodriza, mamé también las escarpas y los martillos con los cuales después he esculpido mis figuras” llegó a decir para dejar claro que lo suyo era innato.

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Plantaron cara a la norma establecida y confiaron en su intuición

A Miguel Ángel lo conocemos por su escultura y también por su impresionante trabajo como pintor. Suya es, además de la decoración de la bóveda, la obra El Juicio Final, que adorna la pared del altar de la Capilla Sixtina, que cambiaría el rumbo del arte occidental. ¿Podemos imaginar cómo habría sido nuestro mundo si Miguel Ángel no hubiese hecho caso a su instinto? Un mundo sin la escultura de David, sin La Piedad… Un mundo más triste, sin duda, no tan bello como el que, afortunadamente, nos legó el artista. 

Siguieron su instinto y convirtieron nuestro planeta en un lugar más hermoso. Frida Kahlo y Miguel Ángel son dos ejemplos como tantos otros de personas que plantaron cara a la norma establecida y confiaron en su intuición. Tomaron, qué duda cabe, el camino acertado.

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Este contenido ha sido desarrollado por Content Factory, la unidad de contenidos de marca de Vocento, con Azpilicueta. En su elaboración no ha intervenido la redacción de este medio.