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HISTORIAS CON

Instinto

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El vino de La Rioja sería otro si este pionero no hubiese seguido su instinto

La historia de Félix Azpilicueta es la de ‘yo contra el mundo’: una apuesta por el instinto que acabó materializándose en una de las mejores Denominaciones de Origen de todo el globo

Antonio Bret

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Cuando hablamos de Marca España, entre todos los ingredientes que forman parte de ella y que aportan una identidad propia a nuestro país, el vino, sin duda, ocupa un lugar preferente. Y no solo porque acompaña encuentros, confidencias de sobremesa y eventos que marcan una vida entera, sino porque la producción vitivinícola en nuestro país lo han elevado a la condición de arte universal.

Toda historia tiene un inicio. Y un nombre… y apellidos. Y en la historia del vino, concretamente la del vino Rioja, leemos claramente el nombre de Félix Azpilicueta Martínez, un pionero de la enología cuyo instinto y trabajo darían frutos que seguimos disfrutando no solo nosotros sino en todo el mundo.

Una historia de instinto y visión de futuro

Félix Azpilicueta nació en Zurucuáin, un municipio del Valle de Yerri en Navarra, en el año 1856. Sin embargo, el comienzo de nuestra singular historia comenzaría 16 años más tarde, en 1872, con un Félix adolescente trasladándose a la localidad de Fuenmayor, en La Rioja. En este pequeño pueblo riojano la madre de Félix disponía de algunos terrenos y de una tiendecita de ultramarinos. En su cabeza ya rumiaba la idea de plantar vides para obtener así su propio vino.

Primero, lo primero: dedicarse al comercio del vino, donde ya destacó de primeras por su iniciativa y una visión arriesgada y novedosa. Al casarse tres años más tarde de su llegada a Fuenmayor con Gregoria Gonzalo Torrealba, vecina del pueblo, recibió de la madre de esta una dote que consistía en algunas propiedades. Ese mismo año, en 1875, fue cuando Félix se dispuso a crear su propio vino. Y lo hizo contra viento y marea.

Un ‘error’ que acabó siendo un milagro

A Félix se le ocurrió importar vid americana y convertirla en portainjerto (planta que recibe un injerto de otra) para intentar combatir la filoxera, el insecto de la vid, una plaga que estaba asolando los viñedos en Francia y en breve iba a hacer lo mismo en España. 

Los vecinos de Fuenmayor no veían nada clara la propuesta de Don Félix (este era el apelativo cariñoso con el que lo conocían). No dejaban de repetirle que su intención de traer vides extranjeras podrían acabar con el viñedo de La Rioja, decían los más agoreros.

Aun con dos importantes factores en contra (una plaga en el país vecino que podía dar al traste con su intención de crear su propio vino y una comunidad de vecinos que le recomendaba no plantar), Félix decidió seguir su instinto. Muy dentro de él había una voz incesante que le conminaba a seguir con sus sueños, a que nada ni nadie se le pusiese en contra. Y menos mal que así fue: los amantes del vino tendrían hoy un presente totalmente distinto.

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La bodega pionera que perdura en el presente

Gracias a su visión de futuro y un instinto a prueba de todo, la filoxera acabó retrasándose casi veinte años. En 1881, otra fecha importante en la línea del tiempo de la historia enológica, Félix se hizo cargo de un pequeño viñedo a la vez que fundaba las Bodegas del Romeral, una de las bodegas pioneras de la zona. Al poco, acabó instalando la primera estación de trasiego de España y participó en las primeras exportaciones de vinos de La Rioja. 

Aquella bodega primitiva y el instinto de Félix Azpilicueta hicieron el resto. Durante los siguientes años, este pionero de los vinos de La Rioja siguió apostando por su instinto, por un negocio en el que creía y al que amaba, y que además sabía que podía aportar muchísimo en su región. Por eso, también creó una colonia agrícola en un barrio de Fuenmayor, lugar en el que además de estar localizada su bodega, levantó viviendas para una parte de sus trabajadores.

Félix llegó a ser alcalde de Fuenmayor en 1880 y 1883. Su herencia puede rastrearse en el mismo pueblo, con una plaza que lleva su nombre y que fue inaugurada en 1927. Y, por supuesto, su visión de futuro y su instinto perduran en las actuales Bodegas del Romeral, que gestionan sus herederos.

¿Qué habría sido del vino de La Rioja, de la historia de la enología universal, si Félix no hubiese hecho caso a su instinto?, ¿si en lugar de tomar el camino que él creía correcto le hubiese hecho caso a los demás? Nunca lo sabremos… y mejor así. Gracias a la confianza en uno mismo se pueden lograr cosas maravillosas. Y el ejemplo de Félix Azpilicueta es el vivo ejemplo de lo que el ser humano puede lograr si sigue el camino que le dicta su corazón.

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Este contenido ha sido desarrollado por Content Factory, la unidad de contenidos de marca de Vocento, con Azpilicueta. En su elaboración no ha intervenido la redacción de este medio.