El orgullo del Tajo: un lugar de leyendas de bandoleros en el que se alojó Madonna
El antiguo ayuntamiento alberga un Parador con mucha vida, siempre animado, punto de encuentro estelar para disfrutar de las mejores vistas que ofrece la encantadora ciudad malagueña de Ronda
Es un enclave perfecto, estratégico. Uno de sus lados se deja caer, casi literalmente, sobre ese fascinante acantilado de 1.200 metros que desemboca en el río Guadalevín: es el Tajo, un corte a cuchillo realizado sobre escarpadas rocas que produce vértigo. Es la imagen, el instante que todos los visitantes que deambulan por esta entrañable ciudad se afanan por inmortalizar con sus móviles y cámaras fotográficas… y son muchos, cientos, los que se agolpan en los muretes del Puente Nuevo para asomarse a esa postal.
La parte trasera del Parador mira con placer hacia la Serranía de Ronda y al Parque Natural Sierra de Grazalema
El frontal, la entrada al imponente establecimiento, descuella por una larga arcada coronada por un reloj. Es lo primero que se ve cuando uno se acerca al Parador de Ronda, un edificio que fue sede del antiguo ayuntamiento, proyecto del arquitecto malagueño Cirilo Salinas, allá por 1845. Si viajamos un poco más hacia el pasado, esta extensión de terreno lo ocupaban los mercaderes extramuros.
Otro de sus laterales enfila hacia la famosa Plaza de Toros, una de las paradas obligadas, considerada una de las más antiguas de España, cuyas obras finalizaron en 1785 y declarada Bien de Interés Cultural. Su arquitecto fue Martín de Aldehuela, el mismo del Puente Nuevo sobre el Tajo de Ronda, y el diámetro de su ruedo está considerado como el más amplio del mundo. Sus corridas goyescas son legendarias… La parte trasera del Parador mira con placer hacia la Serranía de Ronda y al Parque Natural Sierra de Grazalema, con unos atardeceres que inundan las habitaciones y terrazas de una fascinante luz. Todas estas virtudes son las que enmarcan el Parador de Ronda, un deleite para los ojos y el espíritu.
Es curioso. El ajetreo de huéspedes es constante, vibrante pero, a pesar de esa incesante actividad en su interior reina la calma, el relax, el gozo de sentirse en una deliciosa burbuja ajena a las prisas. Un 24 de marzo de 1979 abandonó su misión como Casa Consistorial y se planearon varias opciones para inocular vida al edificio, que si construir un funicular para atravesar por los aires el Tajo, que si un parking (que lo fue), en fin, una especie de limbo del que por fortuna Paradores decidió hacerse cargo y, tras una reforma interior y una exigente rehabilitación de la fachada para recuperar su esplendor de épocas pasadas, se inauguró en 1994, con lo que este 2024 cumple su 30º aniversario. El proyecto recayó en el arquitecto Mariano Martitegui Cáceres, que también erigió el Parador de Cangas de Onís, y aúna en una suave y amable transición la modernidad de su entrada (tras pasar uno de los arcos del viejo ayuntamiento), a modo de pared constelada de placas de cristal, con el sutil aire andaluz de un establecimiento reposado, funcional y acogedor.
Por cierto, dispone de aparcamiento subterráneo, un detalle a tener en cuenta en una ciudad en la que es complicado estacionar un vehículo, todo un plus a sumar y que fue la razón (por su acceso directo desde la habitación) por la que Madonna lo escogió para alojarse en el Parador, allá en 1995, para rodar un videoclip en la Plaza de Toros. Y si de huéspedes ilustres estamos tratando, por él han pasado Obama o María de las Mercedes y Borbón (habitual de las corridas goyescas que se celebran en septiembre).Sigamos. El lobby es inmenso, espacioso. En un lateral la larga recepción, en el centro sofás y sillones para el descanso (y la espera) y siempre luz, a borbotones, la que entra por los enormes ventanales del fondo, que se desparrama en el espacio gastronómico El Manzel, constelado de sillas y mesas (y más sofás y sillones) en las que disfrutar de tapas, tartas y todos esos placeres propios del aperitivo o del ‘tardeo’. Tras esos ventanales se encuentra uno de los rincones más rutilantes del Parador de Ronda: la terraza.
Tomarse algo en ella mientras se goza de las vistas hacia la otra orilla del Tajo y hacia el Puente Nuevo es una sensación plácida, abrumadora. Los 1.200 metros de altura recorren el cuerpo y lo nutren de un sosiego cordial, hipnótico. Esa cordialidad es la que se topó el director del Parador de Ronda, José María Pérez Reverte, cuando en abril de 2023 llegó a la ciudad para tomar posesión de su cargo, proveniente del Parador de Mazagón.
Cartaginés, de 39 años, se imagina en esa terraza, con un libro abierto, sentado, y mirando hacia el Tajo. Él nos reafirma en esa idea de que el Parador de Ronda acoge mucho trasiego pero al mismo tiempo es muy tranquilo. Y que sus habitaciones favoritas son la 221, 222 y 223, las que dan al Puente Nuevo.
El Parador dispone en total de 78 habitaciones, 42 de ellas Estándar, 28 Superiores y 8 Dúplex, sin olvidar una piscina al aire libre que se abre en temporada estival y el restaurante, en el que tienen lugar las comidas, las cenas, los desayunos y que se amplia gracias a unos paneles corredizos. Es un comedor generoso, blanco, luminoso que mira hacia el Tajo y a la Serranía (se vislumbra el Parque Natural de Grazalema, qué maravilla).
Cientos de personas que acuden solo para admirar los lienzos y litografías, más de 100, firmados por artistas como Agustín de Redondela
Precisamente en una de sus mesas estamos sentados, charlando mientras preparan un rabo de toro, plato emblemático del Parador de Ronda, su orgullo culinario, santo y seña de su carta. Y ya que hemos nombrado el rabo de toro no podemos obviar la impresionante colección de pinturas y grabados de trazos modernos que tapizan las paredes de todo el Parador, sobre todo un muro del lobby, foco de atención de sus huéspedes y de las cientos de personas que acuden al establecimiento solo y exclusivamente para admirar los lienzos y litografías, más de 100 (repartidos por todo el Parador), firmados por artistas como Agustín de Redondela (uno de los más célebres paisajistas españoles del siglo XX), Javier Clavo (expresionista, con influencias de Goya, Picasso o El Greco), Francisco Farreras, ANZO o Juan Ignacio Cárdenas (neofigurativo, post-surrealista).
Y es que, resulta imposible desligar Ronda, su Parador, del mundo de la tauromaquia… Aparte de su exultante y bella Plaza de Toros, incluso el Parador ofrece reservas para visitar ganaderías de los alrededores (numerosas) y conocer de primera mano la cría y el ecosistema del toro bravo. Con sus tres plantas, el Parador de Ronda se abre hacia la Plaza de España, y en uno de sus flancos se localiza el Puente Nuevo, que conecta el Barrio del Mercadillo con el casco antiguo de la ciudad, un meandro de callejuelas de suelo de guijarros palpitantes de color, de sabor, de talleres artesanales repletos de cerámica de la zona.
Si desea vivir Ronda en plena ebullición, a un paso del Parador, puede optar por dirigir sus pasos al lado contrario del barrio antiguo, hacia la calle de la Bola (que es como la conocen allí), peatonal, refulgente de terrazas, tiendas, ajetreo, heladerías artesanas y tabernas. O si lo suyo es la naturaleza, en un santiamén tiene al alcance los Parques Naturales de la Sierra de Grazalema, Los Alcornocales y la Sierra de las Nieves. Y en el centro de todas esas excelencias andaluzas, el Parador de Ronda, centro neurálgico de una ciudad que forma parte de la ruta mudéjar, con sus casas moriscas, los vestigios medievales de sus murallas, la cercana Cueva de la Pileta (uno de los mejores exponentes del arte rupestre del paleolítico andaluz), con esos influjos románticos que nos trasladan a las leyendas de bandoleros y que ha sido loado en sus páginas por James Joyce, Borges y Gerardo Diego.
Las recomendaciones de los que más saben...
JEFA DE RECEPCIÓN
Almudena Ruiz
TrabajadorA en el Parador de Ronda
JEFA DE COMEDOR
Elisabeth González
Trabajadora en el Parador de Ronda
CAMARERA DE PISO
Silvia Dorado
Trabajadora en el Parador de Ronda
Al salir del Parador de Ronda, casi enfrente (tras atravesar el Puente Nuevo) se encuentra la Cuesta de Santo Domingo, una callejuela que cae sobre el Puente Viejo. Pues a medio camino se levanta la Casa del Rey Moro, Bien de Interés Cultural que bien merece una visita. Se compone de tres elementos: la Mina de Agua de la época musulmana, uno de los ejemplos de estas instalaciones mejor conservadas de España, una obra de ingeniería hidráulica para uso militar construida en el siglo XIV, aprovechando una grieta oculta en la pared del Tajo, con un recorrido que conduce hasta un lecho del río Guadalevín y que alcanza los 60 metros de profundidad; la Casa de estilo Neomudéjar, concebida por la Duquesa de Parcent a principios del siglo XX; y el maravilloso Jardín, obra del paisajista Jean NicolasForestier en 1912, el mismo que diseñó los jardines del Parque de María Luisa de la ciudad de Sevilla.
No ponemos la mano en el fuego pero seguro que Ernest Hemingway, ilustre visitante de Ronda y del que se puede ver una fotografía en un rincón del Parador, visitó en alguna ocasión el cercano pueblo (a tan solo 20 minutos en coche) de Setenil de las Bodegas. Silvia Dorado, camarera de piso y ayudante a la gobernanta del Parador de Ronda, nos confiesa que es imprescindible ir a callejear por esa localidad de los pueblos blancos gaditanos. Lo fascinante de Setenil es que sus casas se encuentran excavadas, incrustadas, en las rocas del cañón del río Trejo. Es como si la pedregosa ladera de una montaña abriera sus puertas, misterios y ventanas, por supuesto encaladas, al visitante. Y ya que hablamos de bodegas, otra ruta con enjundia para planificar desde las estancias del Parador es la del vino de la Serranía de Ronda, un sendero de enoturismo que le llevará a conocer cerca de una veintena de bodegas que elaboran ese vino rondeño procedente de viñedos en pendiente.
Hoy comemos...
La gastronomía que se cuece en el Parador de Ronda es, nunca mejor dicho, uno de sus platos fuertes. Su comedor atrae a los huéspedes, a los rondeños y está considerado como uno de los mejores restaurantes de la zona. El capitán de los fogones es Ciro Crespillo, oriundo de Ronda, de 42 años, con una larga experiencia en los entresijos culinarios del Parador: 23 años, que se dice pronto. Comenzó de prácticas… y aquí sigue. “Empezamos por los quesos, como los payoyos de la Serranía de Villaluenga, del Torcal y de cabra y luego un paté de perdiz que elaboramos nosotros, que gusta mucho, aquí es muy típica la caza menor”. Ahora vamos con el rey, el monarca por excelencia, el rabo de toro (delicioso, jugoso, tierno): “Hacemos un refrito de cebolla, tomate, puerro y zanahoria; lo regamos con vino tinto y blanco de Ronda; lo especiamos con laurel, pimienta y clavo; y lo cocemos durante, mínimo, unas tres horas porque es una carne dura. Solemos preparar unos 40 kilos porque la demanda es muy grande, es lo que más nos piden”. No faltan las migas, acompañadas de torreznos de tocino ibérico, uvas y pimientos del padrón; la ensaladilla rusa (por supuesto); el ajo blanco malagueño con gel de vino dulce; el asadillo de hortalizas con filetes de melva; o el arroz meloso serrano de jarrete de ternera. Y la porra antequerana. De postre, su tarta de queso tiene fama, pero optamos por su ‘bienmesabe’, “que proviene de una receta que nos dieron las monjas de Ronda, que lleva una base de bizcocho fino, pasta de almendras con canela y después cabello de ángel bañado con zumo de naranja”, nos desvela Ciro.
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Créditos
Estrategia de contenidos: Prado Campos.
Fotografía: Pablo Garcia Sacristán.
Redacción: Kino Verdú .