El alojamiento medieval que recibió la primera noticia de América desde sus murallas
Asediada por el pirata más famoso del siglo XVI, se trata de una fortaleza majestuosa que vigila Baiona y las islas Cíes. Un retiro para reencontrar la paz y disfrutar la elegancia
Baiona es un verso de Juan Ramón Jiménez, “la luz con el tiempo dentro”. De corona lleva una fortificación amurallada que saluda al mar, el Parador Conde de Gondomar. Desde la distancia de un mundo lejano y desconocido arribó La Pinta, la carabela de Martín Alonso Pinzón, al puerto de Baiona en febrero de 1493. Tiene, además, su réplica en el puerto. Una tormenta la había separado de La Niña y Santa María. Por eso, la primera noticia del nuevo mundo se contó en un pueblo de pescadores que “mantiene la belleza y la autenticidad a través del tiempo”, según cuenta Paco Plaza, el director de este Pazo convertido en Parador hecho en joyas de piedra gris. Sus 16 años al frente de este lugar le han servido para asentar el éxito de uno de los Paradores más lujosos y con más habitaciones de España.
La historia y la naturaleza se dan la mano entre árboles, mar, y, probablemente, uno de los mejores atardeceres que se puedan contemplar
“Aquí no encontramos sólo sol y playa. A los clientes que vienen no les importa la lluvia”, reconoce Plaza. “Saben que puede llover, pero los invierno no son como antes, ahora hay muchos más días despejados”. Hay que señalar que desde sus habitaciones, frente al mar y a las Islas Cíes en la distancia, la lluvia y el mar revuelto son todo un espectáculo que haría las delicias del gran paisajista Turner. La península de Monterreal, donde se ubica el edificio, combina la sobriedad majestuosa de un recuerdo neogótico con el señorío gallego. La historia y la naturaleza se dan la mano entre árboles, mar, y, probablemente, uno de los mejores atardeceres que se puedan contemplar. No en vano, el edificio es Bien de Interés Cultural.
Arquitectura y encanto gallego
El Parador de Baiona tiene sus orígenes en el siglo XII, cuando fue construido el edificio original que desempeñó un papel importante en la historia de Pontevedra como edificio militar. A lo largo de los siglos, esta fortaleza ha sido testigo de varios acontecimientos históricos. Durante las guerras anglo-españolas, incluso uno de los piratas más famosos de la historia, Francis Drake, atacó la fortaleza en 1585.
Paco Plaza explica que de la Torre del Príncipe, desde donde se avistó La Pinta, que venía de América, se cuentan diversas leyendas. ¿Cómo describir la torre? Un monumento que ha sido testigo de la propia historia de la localidad y que alberga un aura de misterio y romanticismo. “Es el entorno lo que hace este lugar mágico”, subraya Plaza. No debería sorprender que, entre ese embrujo, falten las palabras. Varios empleados coinciden con Plaza: “es un embrujo que no se puede describir”.
A crear esa aura indescifrable contribuyen su colección de más de 200 piezas artísticas, que reúne cuadros, armaduras, cañones o tapices y tallas. Su legado también atiende a la importante creación gallega. Sin olvidar el gran mural de casi 10 metros de Agustín Romero Úbeda que inmortaliza la vida marinera. Imperdible.
Un lugar con la magia del mar y un paseo de leyenda por sus murallas
La Torre del Príncipe tiene sus orígenes en un periodo anterior al año 997, cuando era utilizada como faro marítimo en el antiguo castillo de Erizana, el nombre histórico de Baiona. Esta función primordial de guía para los navegantes fue interrumpida por la incursión de Almanzor, que arrasó la región y su fortaleza. La torre sufrió varios ataques a lo largo de los siglos, uno de los más significativos fue en 1331 por el Almirante genovés Manuel Pezaña, al servicio del Rey de Portugal, que casi la destruye por completo.
En respuesta a estos daños, el Rey Alfonso XI de Castilla ordenó su reconstrucción. Así, la Torre del Príncipe fue completada como parte de los esfuerzos de restauración. Este bastión alcanzó la fama histórica cuando desde su atalaya se avistó la llegada de la carabela que capitaneaba Martín Alonso Pinzón. Y así es como se convirtió en el primer lugar de Europa en tener noticias del regreso de Cristóbal Colón tras su primer gran viaje.
La Torre del Príncipe no solo está impregnada de historia, sino también de leyendas que han alimentado el imaginario popular. Una de las más conocidas narra la trágica historia de una doncella y su amante, emparedados en la torre por orden del padre de la joven, furioso por su relación. Se dice que los lamentos de los amantes aún pueden escucharse entre el rugido de las olas y el viento en los días de tormenta. O es que, a lo mejor, los embates del mar siempre suenan como rugidos.
Otra leyenda atribuye el nombre de la torre al supuesto encarcelamiento del Príncipe de Asturias, don Carlos de Austria y Portugal, hijo de Felipe II, en 1568. Aunque sabemos que realmente murió en el Real Alcázar de Madrid.
Además, destaca la torre del Reloj: cuya campana servía para avisar de ataques. También, la torre de la Tenaza marcaba la defensa de una ubicación estratégica.
En el siglo XVII, el Conde de Gondomar, Diego Sarmiento de Acuña, se convirtió en el señor de la fortaleza, un nombre que el Parador lleva hasta el día de hoy, y con un retrato suyo en el recibidor que mantiene la bóveda original. Avanzando al siglo XIX, el Marqués del Pazo de la Merced adquirió las ruinas del enclave, transformándolas en un palacio neogótico que fue declarado Monumento Nacional en 1950. Entre 1963 y 1966, se llevó a cabo una reconstrucción completa, que reemplazaba el palacio neogótico con el elegante edificio actual, que conserva la grandeza y su rica historia.
«Baiona es el espíritu de un pueblo marinero que mantiene su esencia, por eso la gente sigue y seguirá viniendo»
El Parador de Baiona es una fusión que tiene los pies, a la vez, en dos mundos. Al entrar, los visitantes viajan al pasado al subir o bajar la escalera de piedra, original también, que narra los pasos del tiempo y marca el tono de la elegancia que se encuentra en todo el edificio.
Uno de los aspectos más llamativos del Parador es su inmenso jardín, con piscina para el verano y, cómo no, con la vista al mar, a la paz, y al placer. Además, la panorámica sobre la bahía de Baiona roza el espectáculo durante la mañana y al atardecer, ya que los días, sobre todo los estivales, le regalan a la bahía un color violeta que aprovechan las fachadas de los edificios.
Para los amantes de la historia y la cultura (y el relax), el Parador ofrece visitas guiadas que permiten a los huéspedes explorar cada rincón del edificio. El resumen de la elegancia se muestra por sus pasillos, cafetería, techo, suelo y el trato de todos y cada uno de los empleados.
Aunque parezca que haya que ver Baiona desde esta torre, un ligero paseo cuesta abajo permite disfrutar del puerto, de sus calles con encanto, y unos paseos en la orilla en los que se pierde la vista, el tiempo revolotea y la vida tiene se vuelve pacífica.
Plaza recuerda que la clave de su éxito “es el trabajo en equipo en uno de los Paradores más grandes”. “Para nosotros Baiona es el espíritu de un pueblo marinero que mantiene su esencia, por eso la gente sigue y seguirá viniendo. Gracias a su carácter estamos encontrando un éxito que mantiene la calidad y, probablemente, es más sostenible que en otros lugares”. En su terraza, donde los clientes se toman desde el agua con gas a la copa de aperitivo, el Parador Conde de Gondomar tiene algo de la magia del retiro de Marcello Mastroianni en Ocho y medio, no sabe si uno sueña despierto o está viviendo un sueño.
Las recomendaciones de los que más saben...
CAMARERA DE COMEDOR
Covi Fernández
Trabajadora en el Parador de Baiona
JEFE DE RECEPCIÓN
Jesús Arca
Trabajador en el Parador de Baiona
ADMINISTRATIVA
Mar Comesaña
Trabajadora en el Parador de Baiona
Una de las actividades más agradables y revitalizantes para los visitantes del Parador de Baiona es dar un paseo en bicicleta por los alrededores de esta histórica localidad gallega. Al pedalear por las pintorescas calles de Baiona, uno disfruta de la brisa marina mientras recorre el hermoso paseo marítimo que bordea la bahía. Este camino ofrece vistas espectaculares al Atlántico, con el reflejo del sol en las aguas azules y el sonido relajante de las olas rompiendo contra la costa. Un alto inevitable debe ser el puerto deportivo, donde los coloridos barcos pesqueros y veleros van y vuelven sin parar. El recorrido en bicicleta también permite explorar los rincones más encantadores de Baiona, arrancamos en el Parador, hasta el casco antiguo con sus callejuelas empedradas y edificios más llamativos. Durante el trayecto, se puede respirar la atmósfera de una ciudad que mezcla tradición y modernidad, con sus plazas, pequeñas tiendas artesanales y los cafés. Este paseo es más que una oportunidad para hacer ejercicio y disfrutar del aire libre, también es una manera de sumergirse en la rica cultura y la impresionante belleza natural de Baiona y sus alrededores, sobre todo gracias a su adaptación al cicloturismo, ya que el Parador cuenta con taller, zona de custodia o rutas personalizadas.
Una de las excursiones más inolvidables y enriquecedoras para los visitantes es una escapada a las Islas Cíes, un paraíso natural en el corazón de las Rías Baixas. A sólo un corto viaje en barco desde el puerto de Baiona, las Islas Cíes se convierten en un paisaje único con sus playas de arena blanca y aguas cristalinas que rivalizan con las del Caribe, según el director Paco Plaza. Al desembarcar, la belleza nos golpea con fuerza. Se pueden explorar senderos que serpentean a través de bosques y acantilados escarpados. La tranquilidad de las Islas Cíes es perfecta para desconectar del bullicio diario y sumergirse en la serenidad de la naturaleza. Mientras se pasea por sus rutas, es posible avistar diversas especies de aves marinas, como las gaviotas patiamarillas, que anidan en los acantilados. Los amantes del buceo y el snorkel están de suerte porque encontrarán en sus aguas un mundo submarino lleno de vida y formaciones rocosas impresionantes. La famosa Playa de Rodas, considerada una de las mejores del mundo, es una experiencia mágica que combina la belleza paisajística con la paz y el sosiego del entorno natural.
Hoy comemos...
La cocina gallega es un universo de sabor que luce tanto con las carnes como con los pescados y mariscos. Es una cocina decisiva, con historia, atrevimiento y muchos fanáticos. El chef del Parador de Baiona es Miguel Rodríguez, un cocinero que, dice, no es más que un “profesional” pero que lleva entre fogones desde que tenía unos 20 años. Apuesta por “salsas tradicionales”, ya que, para él, son la clave de la cocina, junto con la temperatura. Para la selección de quesos se decanta por una perspectiva menos estereotipada, ya que todos “proceden de pequeños productores”. Con una curiosidad: no hay queso en el Parador que no tenga algún tipo de premio. “El cliente busca productos muy de Galicia”. Para esta premisa la conclusión tiene que ser evidente: empanadas, pescados y solomillo (y alguna sorpresa más). La empanada del obrador, hecha al momento con productos locales… y una masa que es el mejor envoltorio posible. A los pescados (es una buena idea preguntar por los que están fuera de carta) y a las carnes les acompañan dos tipos de salsas. En el caso de los primeros, una salsa de espinas que no puede estar más de 20 minutos en el fuego “si quieres conseguir el sabor perfecto y que mantenga su jugosidad”. Para las carnes, “la salsa española es un fondo que elaboramos aquí de manera artesanal”. “Sencillez y producto son las claves de lo que hacemos en el obrador”, explica Rodríguez. Zamburiñas a la parrillas, viera a la gallega, pulpo a feira con tapioca, para los amantes del mar, entre varias posibilidades más. Los fanáticos de la carne no tienen por qué preocuparse porque el solomillo con pisto es un acierto seguro. Pero hay mucho más: puerros asados con salsa de trufa, huevos de corral y crema de erizo y algas, arroz negro con chocos de la ría, las croquetas de jamón, el pollo a la brasa. ¿Cómo conseguir un buen final? Con la tarta fluida de almendras, cañitas de aldea rellenas de crema o el helado de orujo.
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Estrategia de contenidos: Pablo Martínez.
Fotografía: Pablo Garcia Sacristán.
Redacción: Santiago Molina .