un proyecto con
Crónicas sin prisa
“Mi nombre es Serena, tengo 33 años y me he propuesto disfrutar momentos únicos poniendo en práctica la filosofía de vivir sin prisa, apreciando cada detalle de forma consciente. He decidido compartir contigo esta experiencia y aprendizaje de cómo se puede disfrutar de la vida cuando desaceleramos y prestamos atención a los pequeños matices que nos rodean.”
Serenne Marín
UNA CENA
DONDE OLVIDARNOS DEL RELOJ
Las experiencias culinarias nos permiten detener el tiempo
Anoche, quise parar el tiempo. Mis amigos y yo reservamos una Cena Sin Prisa en El Bajío, ese rincón gastronómico mexicano escondido en el barrio de Almagro. Su fachada, cubierta de flores secas y hojas, nos invitó a cruzar el umbral hacia un oasis donde la prisa no tiene cabida. Dentro, la madera y los tonos marrones, los espejos con forma de sol y su techo abovedado de ladrillo visto nos envolvió en una atmósfera cálida y acogedora. Me senté, respiré profundo y dejé que la velada comenzara.
“Bienvenido a este Oasis de Tiempo, pensado para que disfrutes con los cinco sentidos de cada sabor, aroma, brindis… Esperamos que lo vivas con la mejor compañía y que al menos por un rato, te olvides del reloj. Porque para disfrutar de todo aquello que nos rodea, primero hay que decir: hasta aquí, la prisa”. Esta cálida bienvenida de Cervezas Alhambra a la experiencia de las Cenas Sin Prisa esperaba, con forma de carta manuscrita, sobre cada plato. Y nos pareció toda una declaración de intenciones que nos prometimos a nosotros mismos cumplir a rajatabla.
Hace poco leí en un estudio de opinión que el 67% de los españoles eligen planes gastronómicos para disfrutar y desconectar. No es de extrañar que en un mundo cada vez más acelerado, las experiencias culinarias, sobre todo cuando se disfrutan en lugares agradables, tranquilos y en buena compañía, nos permitan escapar del ajetreo, detener el tiempo por un momento y disfrutar de los pequeños placeres. Comer no es solo una necesidad, sino una forma de reconectar con nosotros mismos y con quienes nos rodean.
Las texturas se apoderan de los paladares exigentes, ¿preparados para dejarse llevar?
El primer bocado, una tostada de pato en escabeche, llegó acompañado de una Alhambra Reserva 1925. Al probarlo, la cerveza intensificó las notas ácidas del escabeche, creando un contraste perfecto con los matices terrosos de la sopa de hongos al pastor que le siguió. Cada sorbo y cada bocado parecían estar sincronizados en una danza que ralentizaba el tiempo. “Disfrutad y cualquier cosa que necesitéis me decís, estoy aquí para cuidaros”, nos dijo Yolanda Iglesias, la gerente del local. Así daba gusto.
Cuando me doy permiso para desacelerar, los sentidos se agudizan
Después, un taco de langostinos cocinados a baja temperatura. La frescura de la cerveza y los sabores marinos se entrelazaron, creando un juego que me hizo sonreír. En ese instante, me di cuenta de cómo, al detenerme, apreciaba más las texturas, los aromas, los detalles.
El 67% de los españoles eligen planes gastronómicos para disfrutar y desconectar.
CADA SORBO Y CADA BOCADO PARECÍAN ESTAR SINCRONIZADOS
El plato fuerte fue la entraña de ternera adobada, acompañada de una patata en molcajete. La maltosidad de la Alhambra Reserva 1925 realzó la intensidad del adobo, mientras cada sorbo pausado me recordaba que la verdadera experiencia está en disfrutar el presente. El lugar. Los amigos. Para terminar, un pastel de elote. Dulce, suave, el cierre perfecto a una noche sin prisa.
Cuando ya creíamos que la noche había llegado a su punto máximo, las luces se atenuaron y una pequeña banda comenzó a tocar en el rincón del restaurante. La melodía suave y envolvente se extendió por el ambiente, completando la magia de la velada. Cada nota se convirtió en el broche de oro para una noche en la que el tiempo parecía haber detenido su paso.
Al salir del restaurante, me invadió una sensación de paz. En un mundo donde vivimos constantemente apurados, sentí que había encontrado un pequeño refugio. Descubrí que, cuando me doy permiso para desacelerar, los sentidos se agudizan. Los colores son más vivos, los sabores más intensos. Nos han enseñado a ser productivos, a aprovechar cada minuto, pero a veces olvidamos que la verdadera riqueza está en esos instantes en los que nos permitimos simplemente ser.
Hemos aprendido que el tiempo es un lujo, y disfrutarlo se ha convertido en un arte. Dejar de mirar el reloj y saborear cada momento es, quizás, la forma más pura de felicidad. Todo el mundo debería probar esta experiencia de la Cena sin prisa, tan solo hay que reservar aquí.
CRÓNICAS SIN PRISA
La verdadera riqueza está en disfrutar cada detalle, en saborear el presente sin prisa
Serena Marín
Al entrar en la experiencia Cenas Sin Prisa de Cervezas Alhambra , supe que esta velada sería especial. El restaurante El Bajío, con su ambiente cálido y acogedor, me transportó a un rincón de México en pleno Madrid, donde el tiempo parece moverse a un ritmo más pausado. Desde el primer bocado supe que esta experiencia iba más allá de lo gastronómico. Cada plato, desde el taco de langostinos hasta la entraña de ternera adobada, estaba preparado con mimo, pensado para ser disfrutado sin prisa.
A medida que la noche avanzaba, me di cuenta de que no era solo una cena, era un recordatorio de la importancia de detenerse, de vivir el momento. La cerveza, con sus matices profundos, realzaba cada sabor, invitándome a saborear cada sorbo como una experiencia única.
Y es que en esta Cena sin prisa aprendí que la verdadera riqueza está en apreciar los detalles. Una experiencia que como yo, cualquiera puede disfrutar en este restaurante o en otros cuatro restaurantes seleccionados en Madrid. Esta sensación de desconexión y disfrute es algo que todos deberían experimentar, y solo se necesita hacer una reserva en la web y dejarse llevar.
Al final, me marché con la certeza de que las mejores experiencias no están en la rapidez, sino en esos momentos en los que te permiten desconectar, disfrutar y estar presente, sin pensar en lo que viene después.